jueves, 8 de noviembre de 2012

EL ENCUENTRO



CAPITULO UNO - EL ENCUENTRO


Dyssidia se dirigió hacia Spisestue, el lugar donde todos los guerreros comían para reponer las fuerzas perdidas durante los entrenamientos. Estaba un tanto nerviosa por la misión encomendada, y eran unos nervios que debía esfumar si no quería terminar muerta en su enfrentamiento con esa diosa griega.

Suspiró resignada y fue en busca de alguien que le ayudara a despejar las ideas y, con un poco de suerte, la ayudaran a pensar en algo que la guiara en el combate.
Paseó la mirada hasta encontrar a sus amigas y se encaminó a su encuentro. Las miró un momento y al ver que Kira le hacia un movimiento en la cabeza, ella se sentó. Paseó la mirada hacia sus dos compañeras que la miraban algo preocupadas y les mostró una sonrisa tímida para no preocuparlas.
Kira llevaba su pelo pelirrojo recogido en dos coletas que caían a ambos lados de sus hombros. Su piel era la típica piel de los vikingos que en vida atemorizaban a los pequeños poblados del norte. Aun así, el respeto que ofrecía esa mujer fuerte y con carácter se desvanecían al ver sus profundos ojos castaños, que mostraban tranquilidad y cariño.
- ¿Al final cómo te ha ido?
- Tengo una misión y no sé cómo terminaré.
- Te doy cinco minutos de vida como no comas algo que te fortalezca.
La diosa miró de reojo por la respuesta a la llamada por todos Villkat, un apelativo cariñoso que significaba gata salvaje. Selene, una mujer menos musculada que Kira, pero en su caso la fuerza bruta no le servía mucho ya que era una de las curanderas de Valhalla. Una mujer de cabello negro con mechas azules y una piel tan blanca como la nieve. Sus ojos azules grisáceos le otorgaban cierto aire de peligro, algo que siempre quiso poseer pero que no pudo remediar por su carácter dulce y apacible.
Le pellizcó a su amiga de forma juguetona y apoyo su cabeza entre sus manos entrelazadas.
- La verdad, no tengo hambre.
Selene se levantó y volvió con una enorme jarra de cerveza.
- Que tu no quieras comer significa que la situación es bastante alarmante. Explícanos.
Dyssidia miró a su amiga y agarró la cerveza, mirándola algo angustiada.
Kira se impacientó tanto que le propinó un puñetazo en el costado.
-¡Eh!
- ¿Quieres soltarlo ya?
Suspiró con un poco de rabia y bebió toda la jarra de un trago. Tenía la suerte de que no se emborracharía, pero en ese momento lo necesitaba con tal de verse con fuerzas de explicarles y que le ayudara a soportar el peso de semejante responsabilidad.
- El panteón nórdico y griego están en guerra.
Todos los soldados callaron al escuchar las palabras de la diosa, que volvió a suspirar con una sonrisa torcida en su rostro.
- Los dioses griegos han mandado a la Eylsotera a que acabe con nosotros, y además ella va a por mí.
Selene colocó su mano sobre el hombro de la guerrera, que había empezado a temblar.
- He sido encomendada para acabar con la Eylsotera, y no me veo capaz de eso.
Kira la miró antes de cambiar su expresión a una más furiosa. Dio semejante golpe en la mesa que todos dieron unos pasos atrás por el arranque de furia.
- ¡Eso no es lo que te he enseñado!
Dyssidia la miró preocupada.
- Te enseñé a ser fuerte y a protegerte a ti misma de los ataques más peligrosos que podrás recibir en esta vida. ¿Ahora te preocupas por una diosa que solo vive del combate? Que sea una sanguinaria no significa que use la cabeza. Y que yo sepa, tu tienes una que piensa muy bien. ¿O me equivoco?
La diosa apartó la mirada.
- ¡Dyssidia!
La aludida giró la cabeza hacia los vikingos que la miraban enfadados por su cobarde reacción. Muchos de ellos tenían los puños cerrados como si quisieran pegarla para que entrara en sí.
- ¿Dónde está esa guerrera que peleaba contra Jõrmungandr? -Espetó un vikingo furioso.
- ¿Qué ha pasado con esa guerrera que nos protegía a todos sin preocuparse por fastidiarla? -Gritó una valquiria mirándola seriamente.
- ¿Esa es la esperanza que nos quieres dar? - Preguntó Kira que la miraba igual de seria que los demás.
Ella apretó los dientes y se levantó de la mesa, odiándose a sí misma por semejante acto de cobardía por su parte. Se mantuvo cabizbaja con las manos en la mesa totalmente en silencio y los demás la acompañaron en esos segundos de decisión para la diosa.
Dio un puñetazo en la mesa que la rompió de tal forma que todos la miraron con una sonrisa.
Se giró y miró a todos con una sonrisa maliciosa en los ojos y se apuntó a la cabeza con el dedo índice, un gesto que hacía la guerrera cuando iba a por todas y que la gente le encantaba mucho cuando lo hacia. Sus ojos rebosaban seguridad y confianza en sí misma.
Kira la giró y la miró unos segundos antes de darle un puñetazo en la cara.
Todos rieron de buena gana ante ese acto.
- ¿A qué viene eso?
- A que no debes dudar. Nunca.  
La miró como si le faltara algo en la cabeza pero se levantó sonriendo y haciéndole un gesto vulgar con la mano que hizo que su antigua maestra le sonriera.
- Ahora a por todas. ¿Tienes algún plan?
- No puedo pelear sin saber nada de mi rival, voy a infiltrarme en el Olimpo para ver cómo pelea. Según dicen, vive en los bosques de Artemisa, con más animales peligrosos. Estoy segura que no vivirán en paz.
- Y entonces tu podrás ver algunos de los movimientos que utiliza para el combate. - Respondió Kira por ella.
- Exacto.
- Pues no pierdas tiempo y ve.
Al momento desapareció y dejó a todos los vikingos preocupados esta vez por ella.
Selene miró a Kira preocupada.
- ¿Estás segura que debemos dejarla sola?
- No me preocupa Dyssidia, sino la Eylsotera.
- ¿Por qué?
- Porque me parece que sé por qué quiere atacar a Dys.
- ¿Por qué? -Repitió más preocupada.
- Me parece que alguien la quiere muerta, y si no sabemos quién es, ella no se salvará ni matando a esa diosa griega.


*          *          *

En el monte Olimpo, la diosa guerrera estaba escondida en uno de los gigantescos pilares del templo de Afrodita, la diosa del amor. Como no notaba su presencia, decidió esperar a que viera con sus propios ojos a la que sería su rival. Se mantuvo atenta a cualquier movimiento y a cualquier presencia para no llegar a ser descubierta.

Dos dioses salieron del templo de Apolo, una mujer de pelo largo y pelirrojo que iba con un fino peplo que la cubrían lo mínimo, ya que se mostraban muchas de sus zonas desnudas a los ojos de cualquiera.
Esa debe de ser Artemisa.
Apolo era un apuesto hombre de cabello rubio y ondulado que le llegaba hasta los hombros, y solo le cubría una toga que dejaban a la vista unos músculos esculpidos. Ambos hermanos no se parecían en nada, la diferencia más clara era que Artemisa era virgen y no encontraba sentido al hecho de mantener relaciones carnales con nadie y Apolo a veces parecía no vivir sin eso.
Ambos conversaban un poco preocupados, y por desgracia estaba tan lejos que no escuchó nada. Se agazapó en un momento en que ambos miraron en su dirección como si hubieran adivinado su presencia. No tardaron en retomar la conversación y perderse entre los bosques.
Dyssidia suspiró de alivio pensándose que casi la descubrían. Gracias a la armadura que llevaba nadie debería detectar su presencia ni sus poderes, aunque en algunas ocasiones podría fallar y debía estar alerta igual.
Siguió observando como a veces paseaba algún ciervo por las extensas avenidas que habían entre templo y templo. Aunque no le gustara el panteón griego por tomarlos como salvajes, tenía que reconocer que le impresionaba todos y cada uno de los templos de cada dios.
Al cabo de un buen rato observó como una mujer con armadura y que caminaba con tranquilidad. Llevaba el pelo castaño recogido en una coleta y se podían apreciar unos ojos azules que no parecían ser reales. Un búho voló hasta el hombro derecho de esa mujer y le picó la cara como si le estuviera diciendo algo. La diosa sonrío y caminó tranquila entrando en el templo de Apolo.
¿Por qué va al templo de Apolo? Y por como iba vestida parece que es Atenea, y según sabemos entre Artemisa, Apolo y ella hay una gran rivalidad.
Meneó la cabeza para concentrarse en su misión. No tenía que preocuparse por pequeños contratiempos, aunque le seguía picando la curiosidad. Tal vez era algo con tal de cabrear a ambos dioses.
Si me sobra tiempo esperaré a ver qué ha hecho, pensó con una sonrisa maliciosa.

La espera la estaba desesperando a la diosa, que seguía agazapada detrás de aquella columna. El sol resplandecía de tal forma que por más quieta que se quedaba más calor pasaba, y lo que tenía que hacer era ser discreta, aunque no podía evitar abanicarse con la mano de vez en cuando.

-Como sigas así acabaras derretida, aunque la estampa sería interesante.
Dyssidia hizo un respingo al escuchar la voz femenina proveniente de su espalda. Giró lentamente la cabeza y se encontró con una figura encapuchada que estaba agazapada y mirándola curiosa. Del susto terminó con el culo en el suelo y preocupada por si la iba a delatar a los demás dioses.
La señaló asustada.
-¿Cuánto tiempo llevas mirándome?
-Pues bastante rato. Te vi y me agazape para saber qué era eso tan interesante que mirabas. Pero me parece que o has bebido mucho o lo que ves no es más que piedras y mármol.
La miró de arriba a abajo sin creerse que no haya podido notar su presencia. Por más concentrada que estuviera habría notado a alguien a su espalda... ¿Verdad?
Intentó encontrar sus ojos, pero esa capucha le impedían observarlos, solo pudo ver como por debajo de sus ojos caían dos líneas negras.
Hizo otro respingo cuando se dio cuenta de quién se trataba y, como si ella hubiera adivinado su pensamiento, cambió su sonrisa a una de más asesina y se levantó rápido para darle un puñetazo. Dyssidia pudo esquivarlo a duras penas y vio el agujero que había hecho en el suelo con su mano.
Xayaa la miró con su sonrisa cínica.
-Me alegro tanto de que por fin nos vayamos a enfrentar, diosa guerrera.
La aludida se levantó preparada para el combate. Sus brazos se rodearon de relámpagos y la miró esperando a que atacara.
La diosa griega soltó una carcajada.
-¿Crees que seré tan estúpida como para atacarte primero?
Al decir esas palabras desapareció, provocando a la guerrera que mirara hacia todos los lados esperando su ataque. No pudo adivinar que apareciera en su espalda y la agarrara del cuello con su musculoso brazo, tomando impulso y lanzandola hacia el templo de Artemisa.
Con dificultad se levantó y se puso una mano en la cabeza por el dolor que le había provocado ese choque. Miró como había quedado el templo, haciendo una mueca.
-No te preocupes, esa pelirroja lo reconstruirá sin problemas. La pregunta sera... ¿Tu te podrás reconstruir cuando te haga pedazos?
La diosa hizo aparecer una espada y la apuntó con ella.
-Vamos diosa guerrera, ahora no me dirás que no sabes hacer aparecer una mera espada.
Ella no respondió y se lanzó al ataque con puñetazos que Xayaa esquivaba con tranquilidad. En un movimiento erróneo de la nórdica le dio la oportunidad a que la espada la atacara, pero ella sonrió e hizo aparecer un escudo que la defendió del ataque. Apartó la espada de su contrincante y le devolvió el ataque con su escudo, dándole en toda la cara y tirándola al suelo.
-Sí que se hacer aparecer armas, pero digamos que no lo veo conveniente.
Xayaa se levantó riendo pese a haber recibido un buen golpe. Se podía distinguir una zona de su cara roja e incluso una parte de su labio cortado.
-Interesante. Esta claro que me vas a divertir mucho.
-¡¿Qué ha pasado aquí?!
Dyssidia pudo observar a lo lejos a Artemisa que parecía furiosa al ver su templo destrozado. Pese a que odiaba huir, estaba claro que era su única opción si no quería acabar muerta entre esas dos diosas.
-Venga, vete diosa guerrera. Ya continuaremos nuestro combate otro día.
Ella la miró desconfiando, pero tampoco le sorprendía viniendo de una mujer que ansiaba un combate. Si moría ahora en manos de Artemisa, perdería a su nuevo juguete.
Desapareció antes de que la diosa de la caza se acercara más y miró a Xayaa con furia.
-¿Qué has hecho?
Xayaa se encogió de hombros indiferente.
-Pensé que querrías cambiar tu templo, así que te he ayudado.
La pelirroja se enfadó e iba a darle un puñetazo, aunque el aviso de su hermano para que viniera la salvó en el momento justo.
Ella vio como se alejaba y lanzó una mirada al cielo con una sonrisa.
-Pronto te iré a buscar, diosa guerrera.


*          *          *

Dyssidia paró para descansar en Asgard, el lugar de Yggdrasil donde los dioses vivían. Le había explicado todo lo sucedido a Odin y éste la escuchó en silencio.

Cuando terminó él le sirvió una jarra de agua para que la relajara. Ella ni siquiera se acercó a beberla, se la tiró directamente a la cara.
-Solo con su sonrisa me ha aterrorizado. No he podido pelear como debería.
-No te preocupes. Ahora descansa y estarás unos días entrenando con Kira. Nosotros vigilaremos que esa diosa no se acerque. Ve a Valhalla y no te preocupes por nada. Selene te mirará porque me parece que algo te pasa.
-¿A qué te refieres?
-No estoy seguro, pero quiero que te mire Selene.
Levantó las manos aceptando la propuesta. Se levantó de la pequeña silla de madera y se transportó hacia Valhalla. Prefirió irse a dormir antes de que su amiga le estuviera revisando a conciencia para ver que no tenía nada. Sabía que era su función, pero le molestaba a veces que manoseara.
Nada más llegar a su morada, una pequeña habitación con una cama y un agujero en la pared que hacia de ventana.
Se acercó a la cama y se sintió demasiado cansada como para quitarse la armadura, se dejó caer y cerró los ojos.

¿Qué me pasa? ¿Por qué me siento tan cansada?
Ni siquiera he podido pelear en condiciones, esa mujer llega a debilitarme sin ni siquiera tocarme.
¿Quién diablos es? ¿Por qué quiere matarme a mi?
Siento que me arde la mano, pero no sé cómo aliviarlo.
Solo necesito descansar...
Descansar para reponer fuerzas y después alzarme a la batalla...

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