jueves, 8 de noviembre de 2012

SECRETOS



CAPITULO DOS - SECRETOS

Definitivamente hay algo de ti que recuerdo a duras penas.
Sé que nos hemos visto en alguna parte, pero la memoria me impide recordar.
De alguna forma u otra, el destino nos ha reunido.
Pero algo me dice que no es para matarnos...
Sino para conocer la verdad.


Xayaa se mantuvo silenciosa mientras esas palabras resonaban en su cabeza, observando como delante de sus narices tenía a una dormilona y desprotegida Dyssidia. Podría matarla con facilidad, pero no no era así. Aunque fuera nombrada como una asesina sin escrúpulos, no era esa clase de escoria que se aprovechaba de la debilidad de los demás. De hecho, prefería que descansaran con renovadas fuerzas y les brindara un combate digno que no pelearan con pocas energías.

Se acercó con cautela para no despertarla y se acercó a su mano derecha, que le temblaba como si le doliera. Le retiró el guante que la cubría y abrió los ojos de par en par al ver una marca gravada. Se trataba de una mano formada por una espiral en el centro y desde ese punto hasta cada dedo se mostraban como pequeñas llamas que se envolvían a cada dedo.
- No puede ser...
Xayaa tubo que correr a una esquina oscura al escuchar unos pasos que se acercaban a la puerta. Entró con total tranquilidad una mujer de cabello negro y se podían observar que tenía el cabello azul en según qué zonas. Iba cargada con algo envuelto en tela y se arrodilló delante de la diosa guerrera mientras le despojaba de toda la coraza y el resto de su armadura que cubría su cuerpo.
Cuando iba a examinarla con más detalle, la puerta se abrió de nuevo para dar paso a una mujer pelirroja recogido en una coleta. Tenía un aura más poderosa que Xayaa podía percibir sin problemas.
- ¿Cómo está?
- Se recuperará, no hay nada que la debilite. Solo con que descanse tranquilamente será suficiente.
- ¿Y la marca?
La curandera se mantuvo en silencio al momento en que mantuvo la mano de la diosa entre las suyas.
- Parece que ha reaccionado. Es la primera vez que ocurre.
- ¿Crees que la Eylsotera tiene algo que ver?
Se mantuvo pensativa.
- No estoy segura, pero hay que advertir a Odin de que ahora no puede ir sola. Si solo con enfrentarse a esa diosa ha terminado en este estado, es muy probable que no salga viva de una segunda pelea.
La pelirroja cerró los ojos, soltó un leve suspiro y le dijo a la curandera que la tapara mientras ella avisaba al dios nórdico. Su compañera se dispuso a tratarle los pequeños rasguños y a dejarle a un lado su armadura, no sin antes asegurarse de que estaba bien encima de su lecho y se retiró de sus aposentos. Eso le hizo aprovechar a la diosa griega para mirarle una vez más la marca y asegurarse de que se tratara de la que tenía en mente y desapareció del lugar, volviendo a su fría morada, el bosque de Artemisa que en esos momentos estaba oscurecido por la noche.
No se entretuvo con los Centauros que merodeaban por allí, corrió cual relámpago y se subió a un fuerte roble, lejos de los ataques de sus depredadores.
- Llevaba gravado el Nurhtset.
El Nurhtset era una marca antigua que muy pocos conocían su origen. Se decía que quienes llevaran esa marca poseían un gran poder y un enorme secreto, que solo podía desvelarse por otra persona con esa marca. Se rumoreaba que el Nurhtset se creaba para dos personas, y cada pareja era única en el universo.
- Aún no me creo que llevara precisamente ese gravado. Tiene que haber un error...
Cada pareja era única y creada por un inmortal guerrero llamado Dereck, que valoraba la unión entre las parejas que lo buscaban con tal de sellar sus cuerpos a fuego con esa marca. Con tal de que no hubieran confusiones se aseguró de que fueran únicas, aunque depende del humor del guerrero no se sabía si cumplía con su tarea.
Se quitó toda la túnica por la parte superior y se miró la mano izquierda sin creerse nada de lo que veía. El frío aire de la noche abrazaba la zona desnuda de Xayaa, que no pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas.
La marca de Dyssidia y Xayaa eran idénticas.


*          *          *

Artemisa estaba en su trono esperando la llegada de dos de sus mejores cazadoras. Estaba furiosa con Xayaa por no haber aniquilado a esa diosa griega cuando tuvo la oportunidad e iba a darle un aviso con ayuda de sus cazadoras.

- Aprenderás a no burlarte de mí.
La diosa sonrío ante la llegada de las Amazonas, dos hermanas que su única razón de vivir era la caza en su nombre.
Maya, la más grande de las dos, llevaba el pelo negro y que le llegaba a los hombros, ojos verdes y una piel pálida difícil de poseer por como soportan la luz de Apolo todos los días. Iba armada con una espada corta y con unos atuendos ligeros, que le cubrían los pechos y la cintura, dejando piernas, brazos y demás al descubierto.
Eriel, su hermana pequeña, tenía el pelo negro como su hermana, pero ondulado por encima de los hombros, y una piel clara. Aunque en ella, los ojos los tenía oscuros, de ahí la poca diferencia que tenían ambas.
- Mis Amazonas, ¿habéis tenido problemas para llegar hasta mi templo?
- Ninguno, dáskalos. Lo que nos preocupa es que nos llamaras.
Se reclinó en el trono con actitud serena y las miró sonriendo.
- Quiero que deis un escarmiento a la Eylsotera.
Eriel soltó un suspiro.
- ¿Qué ha hecho esta vez?
- No acabar con una enemiga.
- ¿Y por qué tenemos que pelear con ella por esto?
Maya le dio un codazo en el brazo para que dejara las quejas.
- ¿Algún problema? -Preguntó la diosa con aires de grandeza.
- Ninguno, nosotras nos encargamos.
- Muy bien, podéis retiraros.
Ambas guerreras hicieron una reverencia antes de marcharse del templo e internarse en el bosque de la diosa.
- ''¿Algún problema?'', ''podéis retiraros'', en serio hermana no sé cómo aguantamos la superioridad de esa diosa.
La mayor de las Amazonas suspiró cansada.
- No habría ido con esos aires si no hubieras protestado.
- ¿Puedes asegurarlo?
- Dejemos esta conversación. Prepara el arco y dispara en cuanto veas a la diosa.
No sé quién es peor, si Artemisa o mi hermana, rezongó en su interior obedeciendo a su hermana y tensando el arco.

Xayaa emprendió una carrera por el bosque con tal de despejarse. Dormir encima de un árbol no le gustaba en absoluto y aún menos cuando era consciente de que la diosa guerrera tenía su Nurhtset.

Pero no recordaba cuándo se la hizo. Cada intento que hacia era un fracaso más.
Tengo que encontrar a Dereck y preguntarle yo misma.
En medio del camino tubo que frenar de golpe y esquivar la flecha que la habría alcanzado si hubiera sido una humana. Por si fuera poco la flecha tenía un veneno que paralizaba el cuerpo, y eso le podía afectar hasta a un dios.
Lanzó una mirada feroz a sus atacantes, las hermanas Amazonas preferidas de Artemisa.
- Me alegro tanto de veros... -Mencionó con sarcasmo.
- Créeme Xayaa, el sentimiento es mutuo -respondió Maya acercándose ambas a la diosa-. Artemisa quiere que te demos un aviso por no hacer caso a sus órdenes.  
- Si te dice que metas la cabeza en el río Estigio, ¿lo harías?
- Es posible de que sí. -Respondió Eriel con una sonrisa.
- Aún me pregunto cómo te mantiene con vida si sabe que eres una bestia que no hace caso a las órdenes de su amo.
Soltó una enorme carcajada ante esa frase.
- Esa diosa ni es mi ama, ni yo soy una bestia. Solamente le estoy devolviendo el favor.
Maya arrebató el arco y una flecha a su hermana y se la disparó a Xayaa, que la paró con una mano y se acercó la punta a la lengua.
- Lo siento, pero ahora tengo unos asuntos más importantes que divertirme con vosotras. -Y tras soltar esas palabras invocó su arco y utilizó la flecha de la Amazona para disparar a la mayor en la pierna, sin tener tiempo a nada y caer al suelo con el cuerpo dormido.
Eriel miró a Xayaa, que le soltó una sonrisa enseñando sus colmillos antes de irse corriendo.

Debo apresurarme antes de que sepan mis propósitos.
¿Dónde diablos estás Dereck?
Debo descubrir la verdad.
No... Necesito descubrir la verdad...
Descubrir el cuándo y el dónde de esa marca.
Y, sobre todo, saber cómo conocí a Dyssidia...

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