viernes, 9 de noviembre de 2012

EL DEMONIO SIN ROSTRO II


CAPITULO SEIS - EL DEMONIO SIN ROSTRO II

Las tenues llamas del pequeño pueblo de Honstelheim se apreciaban a kilómetros de distancia. La sangre se mezclaba con la tierra y con los cuerpos sin vida de los aldeanos. Los pocos guerreros que quedaban intentaban protegerse de los bárbaros, responsables de tal masacre, pero sin éxito. 

Una vez el pueblo quedó libre de la amenaza que supusieron esos hombres, una mujer joven se paró en el cuerpo de una chica de casi la misma edad que la muchacha, totalmente manchada de sangre y con las piernas abiertas confirmando que había sido violada. 

- Lyn... Lo siento tanto.

La joven se arrodilló enfrente de la chica, una joven de pelo castaño y de ojos azules que ya no tenían vida. Achlys cerró los ojos de su amiga y la cogió en brazos para apartarla del resto. Mientras se alejaba del lugar percibió el olor de la sangre combinada con el olor a quemado de las casas y de cuerpos calcinados. La mera idea de que no hubiera podido rescatar a su mejor amiga le rompió el corazón, sintiéndose responsable. Pero intentaría remediar el error.

Una vez se alejaron suficiente del ya desolado Honstelheim dejó el cuerpo en la hierba y utilizó sus poderes para invocar una túnica con la que le cubrió el cuerpo y la preparó para llevarla donde podría volver a verla.

El reino de Hades.

Se sacó del bolsillo dos monedas griegas y las colocó encima de sus ojos, llorando de furia en el proceso. Sabía que no se había merecido eso, y por su culpa ahora estaba en ese estado.

Achlys volvió al pueblo y cogió un palo de madera con fuego y volvió al lado de su amiga, mirándola por última vez antes de tirar la antorcha encima de su cuerpo, ardiendo lentamente.

Nos veremos en los Campos Eliseos. Te lo prometo.

Alejándose de allí con una gran nostalgia, volvió a reunirse con su hermano que la miraba comprensible a la pérdida que había recibido.

- ¿Quieres vengarte?

Con un leve movimiento afirmativo, su hermano le pasó un brazo sobre los hombros para reconfortarla mientras seguían el rastro que había dejado los bárbaros.

Antes de que Apolo apartara a la diosa de la noche Nix, todos y cada uno de los bárbaros responsables de la masacre habían recibido el castigo que se merecían  y el hombre quien violó a Lyn recibió un desmembramiento de todos y cada una de sus partes del cuerpo. Empezaron los dedos, las orejas, la nariz, las muñecas, los brazos, los pies, las piernas... Y por último le arrancaron los ojos y el corazón y los aplastaron sin la menor compasión.

- ¿Nos vamos?

Achlys asintió mirando hacia el horizonte convenciéndose de que Tánatos ya se habría llevado el alma de su amiga y la llevaría al infierno. Ambos hermanos se fueron hacía el Olimpo, hacia el templo de Artemisa y la diosa los recibió sonriente mientras escuchaba el sonido de la lira de Dioniso, que por suerte no estaba embriagado y no cometería ninguna estupidez en la vista de la diosa de la caza.

- ¿Dónde habéis estado?

- Dando un vuelta, necesitábamos despejar la mente, ¿verdad Achlys?

- Sí, eso. Una pregunta que tengo que hacerte Artemisa.

La diosa prestó atención.

- ¿Por qué con nosotros te comportas bien mientras que con otros dioses eres totalmente diferente?

- Ay, mi joven Achlys... Vosotros dos sois mis mejores guerreros. Tanto que lleváis el apellido Agrotera, que solo les doy a los que cazan en mi nombre y son leales hasta el fin.

- Pero nuestro apellido es...

Su hermano le dio un codazo ya que ese era un tema tabú entre ellos y Achlys se calló de inmediato, provocando la curiosidad de la diosa, pero lo dejó estar y les dejó que volvieran a sus hogares a descansar, cosa que ambos aceptaron. De camino, su hermano le preguntó si quería ir al reino de Hades para ver si Lyn había pasado el río Estigio, donde el Caronte pagaba a los muertos con dos monedas griegas y los llevaba ante Hades, que decidiría si iría a los Campos Eliseos, donde iban los humanos que habían actuado de forma correcta, o el Tártaro, donde iban humanos asesinos y donde recibirían un castigo eterno.

Ambos hermanos aparecieron delante de Hades, que estaba sentado en su trono hecho con huesos y donde había un trono más pequeño donde su mujer Perséfone se sentaba. Por la cara del dios y por como estaban los bosques de Artemisa confirmaba que su mujer se encontraba con su madre Démeter. 

- ¿Qué queréis Eylsions?

El hermano de Achlys miró de forma amenazante al dios del infierno por decir el apellido real de ambos hermanos. Pero su poder no era tan poderoso como para hacer aprender al dios que no quería que lo llamaran así y que hiciera caso.

- Queremos saber si ha llegado un alma nueva, se llama Lyn.

- ¿Lyn? Ese no es nombre griego.

- Es nórdica - se apresuró a decir Achlys -. Pero le puse las monedas y la quemé. Seguro que Tánatos la habrá ido a buscar y debe estar por aquí.

Hades la miró como si fuera estúpida.

- Los nórdicos se van a Valhalla con Odin o a Fólkvangr con Freyja. Los que tienen esa sangre no irán a otro panteón.

Achlys suspiró frustrada y miró a su hermano que la miró con paciencia y decidió desaparecer del lugar para irse bien lejos. Necesitaba estar sola, bien sola, alejada de los demás por un tiempo. 

Volviendo al ya calcinado Honstelheim, recordó la primera vez que conoció a Lyn. Había decidido mirar los territorios custodiados por panteones que no fueran griegos, y descubrió muchas cosas que le interesaron y otras de las cuales estaba en contra. Aun así, su alegría fue conocer a esa nórdica de cabello castaño y ojos azules cristalinos.


*          *          *

Dos años antes

Achlys se mantuvo quieta en el suelo ante la amenazante espada de doble filo que se situaba en su cuello, notando la afilada arma con cada trago que hacia. Su atacante la miró fijamente como si hubiera sabido que no era de procedencia nórdica.

- ¿Quién eres?

La joven diosa griega movió las manos en gesto de rendición, provocando la sonrisa de su agresora, que no apartó ni la espada ni el pie que tenia entre sus pechos.

- Me llamo Achlys. Y sí, soy griega.

- ¿Cómo sabias lo que estaba pensando? ¿No serás una diosa Olímpica verdad?

La joven griega cerró los ojos soltando un suspiro y relajando su cuerpo, preparada para arrebatar la espada en el próximo movimiento que intuía que haría.

- Soy una diosa menor, no llego al grado de Olímpica.

Como se esperaba, la mujer le atacó a la mínima, reaccionando al momento y arrebatando la espada, provocando la ira de la nórdica y propinándole esta un puñetazo cuando la griega logró apartarse de ella. 

- Lárgate de aquí o llamaré a mis compañeros. 

- Tranquilízate, vengo en son de paz. Solo venía a dar una vuelta, te prometo que no te haré nada.

- Eres una griega, sois todos unos mentirosos que se aprovechan de los demás - con más furia en sus ojos, preparó los puños -. Vete o tendrás que vértelas con un montón de nórdicos de pura sangre.

- Antes de que hagas tal estupidez te haré una pregunta: ¿El apellido de Eylsions te suena?

Lyn se cruzó de brazos mirándola atentamente por semejante pregunta.

- ¿Cómo conoces tu ese apellido?

Achlys bajó la cabeza recordando las palabras de su hermano de no revelar su apellido a los demás, ya que su vida peligraría más de lo necesario.

Pero al levantar la mirada hacia la chica que tenía delante, pudo intuir que jamás la traicionaría. Sí, le acababa de amenazar pero porque quería proteger a su familia, y eso fue lo que le gustó: la protección hasta la muerte de los suyos.

- Soy la última Eylsions, Achlys Eylsions. Mi hermano es Nike Eylsions. 

- Tu eres la hermana bastarda de los Eylsions.

Con paciencia por no darle un puñetazo por tal insulto asintió con la cabeza.

- Eso explica tu nombre griego y tu apellido nórdico. ¿Tu madre es...? 

Eso fue lo que jamás iba a contar a nadie, pero la mirada de la joven, esta vez comprensible, le hizo dar pasos atrás desconfiada de que una vez lo supiera llamara a los demás de su pueblo revelando su identidad.

- Entiendo, no me lo dirás - respondió tan tranquila -. No te preocupes, te entiendo lo que significa ser hija de alguien que no es de tu misma sangre y fingir que eres lo que no eres. Almenos yo sé que Valhalla me esperará en cuando muera, porque yo acepto y me enorgullezco de ser una nórdica, aunque sea la mitad de lo que soy.

Achlys, sorprendida ante tal confesión, se sintió completamente identificada con la mujer, con la diferencia de que ella no se enorgullecía de pertenecer al panteón griego y menos ser hija de la peor de las diosas que habían en el Olimpo.

- Yo... Mi madre...

- ¡Lyn!

La nórdica ante la llamada de un hombre grande fuerte como un roble se apresuró a dirigirse hacia él, sin despedirse siquiera de la griega que se había quedado mirando como se alejaba.

Jamás reveles quién es tu madre, o te matarán, estés donde estés.

Las duras palabras de su hermano le reprimieron unas lágrimas que no podía mostrar. Era débil y lo sabia, pero ella quería ser fuerte. Deseaba ser fuerte, y ver a cualquier mujer con espíritu guerrero le reportaba esperanza de que algún día podría ser como ellas, y una parte de ellas sentía celos por no ser como ellas.

Debatiéndose entre llorar o empezar a dar puñetazos en algún árbol, se sentó en la fría hierba que la acogió sin problemas. Ni siquiera se dio cuenta del tiempo, cuando quiso darse cuenta la noche había caído y estornudó ante el frío que hacía. Se abrazó la cintura con tal de reconfortarse y encontrar un poco de calor.

- ¿Aun sigues aquí? Terminarás enferma.

Achlys se giró para ver a la misma nórdica, que se sentó a su lado, abrigada con una piel que podía identificar que era de lobo. Apartó la mirada de la chica en un gesto de que la dejara en paz, pero ella simplemente se pegó a ella y compartió aquella pieza de piel que ayudó no solo a mantener caliente el cuerpo de la griega, sino su corazón.

- No tienes por qué ayudarme. Tú lo has dicho, soy una griega. 

- Pero me has caído bien. Además tienes nuestra sangre, ¿no? Y como te dije, sé lo que siente al no tener padres de la misma sangre. 

- ¿Quienes son tus padres?

La miró con una sonrisa y con un suspiró desvió la mirada hacia el horizonte.

- Mi madre era nórdica, y mi padre era un cazador de procedencia Egipcia. Mis padres se enamoraron y eso provocó una pequeña discusión acerca de si llegaran a concebir algún hijo a quién iría  Para cosas así los dioses intervienen, ya que mi madre era... Bueno... Era sacerdotisa de Frigg, la esposa de Odin. Y ella tuvo unos cuantos poderes por su trabajo, y digamos que su poder lo heredaría y eso es lo que los dioses querían. 

- ¿Y qué ocurrió?

- Cuando nací, mi madre murió en el parto por el frío y la pérdida de sangre. Mi padre al pedir a los dioses egipcios si podían hacer algo, se negaron y le dieron la espalda. Terminó atacado por un oso mientras iba de caza. Desde entonces, los amigos y familiares de mi madre me han mantenido acogida, entrenando el arte de la guerra y endureciéndome para convertirme en una Einherjer.

- ¿Einherjer?

- Guerreros de Valhalla, destinados a pelear junto con Thor y Odin contra la serpiente de Midgar, Jõrmungandr.

- Vaya... 

- ¿Y qué hay de ti?

- Nada más de lo que te he dicho, soy una hija bastarda y cobarde, no como mi hermano - se abrazó las piernas y se acorrucó tanto que llegó a hacerlo pegada a Lyn, que la miró con paciencia -. La verdad, me gustaría ser como tu, fuerte y luchadora.

- ¿Y por qué no dejas que te enseñe?

La miró esperanzada ante la proposición.

- ¿Harías eso por mi?

- Nos parecemos mucho, y sé lo que se siente, así que sí.

Desde ese preciso instante, los sentimientos de ambas se acrecentó con el tiempo, se hicieron inseparables, sin haber un solo día en que no se vieran. Tanto el hermano de Achlys como los compañeros de Lyn encontraron esa relación un tanto problemática  pero ambas ignoraron todo rechazo por parte de que no se volvieran a ver.


*          *          *

Al cabo de un año

Achlys yacía en el mismo sitio donde se conocieron ambas chicas, pero en esa ocasión era un día especial: era el cumpleaños de Lyn, y estaba esperando a que terminara de celebrarlo con su familia para darle su regalo. 

Le prometió que la esperaría y que no tuviera prisa, así que allí estaba, mirando al cielo prediciendo de que tardaría mucho más de lo que esperaba. Pero no le importó, si luego se iban a ver la espera le importaba bien poco.

Recapituló hasta el mínimo segundo en que pasaban solas. Y recordó, nadie consciente salvo ellas, del beso que se dieron a la vista de las estrellas, con una luna creciente que parecía darles la bendición. Ni su hermano lo sabía, era un secreto entre ellas que pronto se haría público.

- Siento la espera.

Achlys sonrió a la recién llegada que iba con una piel de lobo blanco en sus hombros y una fina tela de seda le cubría el cuerpo. Los brazaletes en ambos brazos y el colgante de plata sin grabados terminaban de complementar su vestido de aniversario. 

- Estas preciosa.

Lyn se sonrojó un poco por el cumplido y se sentó a su lado esperando a que le dijera algo. Ambas mantuvieron un ligero silencio que en cierto modo las incomodaba, pero ninguna encontró tema de conversación.

- Veras...

Lyn le prestó atención a su amiga, que tenía entre sus manos algo parecido a un pergamino.

- ¿Conoces el Nurhtset?

- ¿Es aquella marca que une a las personas verdad?

Asintió con la cabeza y le enseño el pergamino, que contenía un símbolo de una mano que parecía estar hecha de relámpagos.

- Me gustaría pedirte una cosa... Pero debes estar completamente segura.

La miró con los ojos un tanto rojos, cosa que asustó a Achlys por si le enfurecía su proposición. 

Al segundo se echó a llorar abrazándola de tal forma que llegaba a ahogarla.

- Eh Lyn, ¿qué pasa?

- Sí, hagámoslo.

La griega la separó un tanto sorprendida y le secó la lágrimas con delicadeza, cosa que hizo que a Lyn se emocionara más y le plantara un beso que las tiró a ambas en el frío césped, manchando la vestimenta de tierra, cosa que no le preocupo. La lluvia empezó a manifestarse sin piedad mojando todo a su alrededor mientras estas daban crédito a su amor. Ni siquiera se percataron de las intensas gotas que caían cuan agujas. Solo querían abrazarse hasta el fin del mundo.

Un rayo que calló cerca de ellas las asustó y las devolvió al presente, sonriendo ambas completamente empapadas y, con la mano ofrecida de Lyn para ayudar a a su amiga a que se levantaran, se alejaron del poblado para escalar una pequeña montaña donde, según Achlys, estaba Dereck esperándoles. Lyn se mantenía eufórica y a la vez preocupada por lo que pasaría si sus compañeros llegaran a ver el Nurhtset y la desterraran por ello.

Al poco tiempo deslumbraron una sombra, que lograron identificar cuando otro relámpago cayó cerca de ellos. El hechicero las miró a ambas sin ninguna mirada de sorpresa ni desaprobación  cosa que a Achlys no le sorprendía. Él podía visualizar a través de su magia el destino de ambas si el Nurhtset se les grababa en la piel a la pareja que deciden unirse toda la vida.

- Así que ella es la afortunada.

La griega asintió y cogió las manos de su fiel amiga y amante, y se la quedó observando con una sonrisa que se borró para dejar paso a una pregunta y una confesión.

- Antes de que decidamos marcarnos con un Nurhtset, debes saber una cosa. Una cosa sobre mi madre.

Lyn prestó atención.

- Mi madre si se entera de esto querrá matarte, a ti y a mi, así que debemos mantenerlo en el más estricto silencio hasta que tenga el suficiente poder para poder irme del Olimpo y vivir juntas.

- ¿Por qué tanta precaución? - Lyn la miraba totalmente asustada - ¿Quién es tu madre?

Achlys respiró hondo y respondió a la pregunto al mismo momento que un relámpago caía justo a espaldas de Achlys.

- Mi madre es Artemisa.


*          *          *

Achlys suspiró observando su Nurhtset mientras los recuerdos la ahogaban cuan como si estuviera sumergida de las profundidades del río Estigio. El que Lyn, pese al riesgo, aceptara vincularse de tal forma fue lo que la había condenado. Sabía que ella tenía gran parte de culpa, estaba convencida de que esos salvajes fueron controlados por su madre con tal de deshacerse de aquella persona que había significado la vida y la muerte de su corazón que en ese preciso instante, lloraba por la más grande de las pérdidas. 

Odiaba a su madre, odiaba a Artemisa con todo su corazón. No aceptaba llevar el apellido Agrotera de semejante persona. Sabía perfectamente que ella era la culpable de la muerte de Lyn y eso no se lo perdonaría en su inmortal vida. 

Con toda la rabia acumulada se arrodilló en una pequeña montaña de ceniza que cogió y decidió esparcirse desde debajo del párpado inferior hacia abajo hasta el cuello, como recordatorio de que no iba a permitir que la gente sufriera más por culpa del egoísmo y egocentrismo de los dioses. Junto a esa promesa la ceniza de la cara se le gravó dejando a su paso un reguero de sangre por haber penetrado y dañado la piel de la diosa, que ignoraba el dolor gracias al odio que tenía hacia su madre.

- Por mi padre, por la venganza hacia los griegos que me han robado a la única persona que me ayudó realmente, quiero que me guiéis, dioses de Asgard, hacía el nombre de mi nueva vida para evitar que se repita algo así mientras siga viva.

Como si los dioses escucharan sus palabras, delante suyo la tierra voló con un ligero viento mostrando una piedra con runas nórdicas en que decían claramente: Xayaa Eylsotera. Daba gracias a los dioses que Lyn le enseñara a leer las runas, sino no habría podido avanzar.

Con una sonrisa torcida al recordarla se levantó y se dispuso a luchar contra quien fuese para largarse del Olimpo y combatir contra los peores enemigos de los humanos: los propios humanos. Solo lo habló con su hermano y ambos, después de convencer a Artemisa de que les dejaran en paz y para su sorpresa la aceptación rápida de esta, intentaron borrar la destrucción del antiguo poblado de Honstelheim y volverla a llenar de pequeñas casas de madera y con vida en cada recóndito de la tierra. Las viudas y huérfanos de guerra llegaron allí encontrando cobijo, y con el tiempo terminaron volviéndose unos Eylsoteras, ayudando en lo posible con tal de socorrer y salvar a vidas destrozadas que habían pasado lo mismo que ellos.

La población fue aumentando, de diez a veinte, y en poco tiempo los supervivientes de guerra y los hijos huérfanos o hijos concebidos en Honstelheim se convirtieron en guerreros que defendían el poblado de los bandidos o los ladrones que querían asolar el poblado, y aquello fue lo que en poder llamó la atención a los dioses griegos. 

Al final los dioses aparecieron y se repitió la misma historia como con los bárbaros. Xayaa forcejeaba contra Apolo y Hades mientras observaba como su hermano estaba siendo abierto en canal por la mismísima Artemisa. Semejante actitud indiferente e incluso la poca compasión con su hijo le provocó en el lo más profundo de su interior más odio hacia la diosa.

Tal fue el odio que un grito pudo llegar a helar la sangre de los dioses presentes mirando a la superviviente de tal masacre, que tenía la cabeza bajada y con los dientes bien apretados, como si de un momento a otro se llegara a romper la mandíbula por la fuerza que ejercía  Artemisa continuó con la tortura y la Eylsotera pudo escuchar en el último aliento hermano unas palabras que le acompañarían en el resto de su vida.

- Sobrevive por los dos.

Aquellas palabras, que más que un deseo eran una obligación, provocaron las lágrimas que desaparecían mientras resbalaba por la marca, como si Lyn le indicara que no podía llorar por ello, sino que debía atacar. Dicho y hecho, en el segundo tanto Apolo como Hades recibieron dos puñetazos y Artemisa paró el puño de la atacante al tiempo justo, ya que la punta de su nariz tocaba con ese puño que temblaba de la forma en que forcejeaban ambas.

- Más vale que te rindas o acabarás como tu hermano.

- ¿Cómo te has atrevido? ¿Jamás te hemos importado verdad?

- Vosotros me habéis traicionado, buscabais poder para matarnos a todos.

- ¡Embustera!

No faltaron más palabras para que Artemisa le diera una bofetada que la tumbó al suelo, pero al no soltar Artemisa el brazo con el que antes había amenazado la cara de esta se escuchó un fuerte chasquido de los huesos de Xayaa que soltó un grito de dolor. Fue el momento perfecto para que Ares le diera una patada en la cabeza que la tumbó al completo, y Artemisa le miró con furia.

- Vuelve a hacerlo y te mataré.

- ¿Ahora te interesa esa hija de los nórdicos? Dásela a la furcia de su madre o la matamos.

- Tú no me darás opciones, voy a hacer lo que quiera porqué por algo sigue siendo mi cazadora.

Y con esas últimas palabras cargó con ella y la dejó en una cárcel al lado del último cazador que se negó a someterse a su voluntad. Solo quedaban de él los huesos, unos huesos diferentes a la de los humanos. 

A las pocas horas Xayaa estaba sentada en su nuevo hogar hasta que muriera o se rindiera ante ella, cosa que no iba a aceptar de ninguna de las maneras. Se sintió enormemente traicionada por lo que había hecho a sangre fría, sin la menor compasión dibujada en su rostro. Su pelo no era pelirrojo por capricho: estaba segura de que la misma sangre de los que había matado le proporcionaron ese color rojizo.

Se levantó con dificultad sintiendo un fuerte dolor en el costado derecho que le provocaba alguna que otra punzada mientras se movía de un lado para otro para sentar la cabeza. Los dioses griegos eran así: dejaban que el prisionero enloqueciera solo para después someterlo. Si conseguía negarse o se volvía agresivo, se deshacían de él como haría cualquier hombre con un animal que les proporcionase alimento.

El mayor alimento de ellos sería la satisfacción de su sumisión o de su mutilación, ambas opciones no iban a favor de la diosa, por lo que tendría que luchar hasta encontrar una vía de escape.

El problema era si lo lograría antes de que los dioses clavasen su atención en ella.


*          *          *

Aprovechando la distracción de los demás por la reunión que iban a tener en el templo de Zeus para dar un veredicto sobre el futuro de Xayaa, Atenea se dispuso a hacerle una visita para ver su estado. Habían pasado ya tres semanas, su tortura consistía en no probar bocado si no se arrodillaba y no beber si no suplicaba. Allí seguía peleando, pero cada vez de forma menos coherente. Empezaba a enloquecer de forma agresiva. 

O eso decía Artemisa. Y como de Artemisa fiarse es un error prefería la diosa verla con sus propios ojos.

Nada más llegar a su celda se quedó mirando a la debilitada diosa. Estaba sentada dándole la espalda, mostrando unas heridas recientes y cicatrices perfectamente marcadas. Como tenía la espalda desnuda, estaba segura que el resto del cuerpo estaría en similares o peores condiciones.

Pero lo que la sorprendió fue como susurraba algo, una vez tras otra. Una promesa que recitaba como si se tratara de una carta imaginaria que desearía escribir.

Y por el contexto no iba precisamente a su hermano.

- ¿Un amor perdido?

Xayaa giró levemente la cabeza, mostrando en sus mejillas más cicatrices y como la línea de debajo los párpados seguían siendo negras y capaces de intimidar.

- ¿Te toca a ti?

Atenea negó con la cabeza y se acercó a la puerta dispuesta a abrirla, pero se lo repensó. Podría aprovechar para huir y eso sería condenarse a ella misma a la muerte. Hasta su padre se ofrecería para decapitarla.

- Voy a abrir la puerta, pero debes prometer que no huirás.

No dijo nada, por lo que lo tomó como una aceptación. Entró levemente a la celda y se colocó delante de Xayaa, y la visión le provocó un vuelco en el estómago por la cantidad de heridas que tenía. Con razón no se había negado a huir  ni siquiera podía levantarse. Se mantuvo quita, abrazándose las piernas con los brazos y apreciando ligeramente el Nurhtset que llevaba en la mano.

- ¿Es por esa persona por la que haces esas promesas?

- ¿Qué quieres?

Atenea le sonrió tocándole la mejilla y ayudando a cicatrizar todas sus heridas de cuerpo. Nada más terminar, le invocó una pequeña piel y se la colocó en los hombros, ademán de invocar comida para que recuperara fuerzas.

Xayaa inmediatamente se deshizo de la piel y apartó de su vista la comida. Atenea sonrió de nuevo por el hecho de que, pese a que se oía el rugir de su estómago, se negaba a probar bocado porque no se fiaba. Era muy desconfianza y la vez sensata, pero sabía que solo necesitaba unas palabras para derribar la defensa que tenía.

- Huele la piel que acabas de tirar al suelo, creo que lo reconocerás.

Xayaa desconfiada alargó el brazo para rescatar aquella piel blanca manchada de sangre, y se la acercó a la cara. No hizo falta oler durante mucho rato, porque sus lágrimas cayeron al reconocer perfectamente de quién era la piel.

- Lyn...

- ¿Así se llama tu amante? ¿Nórdica?

Asintió con la cabeza cubriéndose con ella y abrazándola como si le fuera la vida en ello. Observó la comida que aun seguía allí, pero seguía desconfiando. La diosa de la sabiduría al observar la mirada hambrienta de la chica se acercó y le dio uno de los boles que habían. Inconscientemente y sin poder hacer nada, tragó la ambrosía que le estaba dando Atenea con cariño, demasiado para el de una diosa.

Antes de querer apartar la cara ya había tragado el delicioso manjar de los dioses, y Atenea le acercó la cara para mirarla a los ojos.

- No desconfíes de mi, Achlys. Fui la única que me negué a que os atacaran, y yo convencí a Artemisa de que os dejara libres. Y ahora debes prestarme atención, porque si quieres sobrevivir tendrás que someterte a la voluntad de Artemisa hasta que pueda liberarte para siempre de la sangre griega que corre por tus venas. Es eso lo que quieres, ¿verdad?

- No lo soportaré.

- Lo sé, pero por eso yo te ayudaré. Me quedaré con una parte de tu alma y con ella tus recuerdos para que el dolor por la perdida de Lyn no te lleven a la muerte. Pero atención: cada siglo que pase volverá una parte de tu alma, y con ella recuerdos de tu pasado. Para cuando los recuperes todos tu ya serás una nórdica echa y derecha que estará en Valhalla junto con su amada. Pero debes, primero, confiar en mi. 

Xayaa no podía creer lo que escuchaba. Atenea desde siempre ha querido ayudarla y le estaba ofreciendo la única vía de escape hacía Lyn. Lo único que podía hacer era aceptar... Pero no podía sabiendo que podría quedarse sus recuerdos. Al fin y al cabo teniendo una parte de su alma en su poder podría hacer lo que quisiese con ella.

Pero tuvo una idea que le aseguraría esa vía de escape.

- Necesito papel y carboncillo. Necesito escribir una carta antes de que procedas.

Atenea hizo caso a su petición y la dejó sola mientras escribía la carta que la ayudaría a salir del infierno en el que se había metido. Intentaba no perder la poca serenidad que tenía, pero se le hacía imposible. Lo único que deseaba era que en un futuro esa carta llegara a sus manos o a las de otra persona que confiara mucho.

Una vez finalizó con su escrito, Atenea procedió a extraer esa parte de alma que le causaba dolor y sufrimiento. Mientras procedía, puedo ver con claridad que los ojos de la diosa empezaban a perder sentimientos. Y, sabiendo lo que podría significar, continuó hasta que la nueva Xayaa se mantuvo totalmente inexpresiva. 

- Ahora te toca servir a Artemisa hasta que logres ser libre de las ataduras de Olimpo.

La Eysotera asintió recordando muy poco de lo que había sucedido y lo poco que recordó de cómo Atenea le quitó los recuerdos la ambrosía envenenada que le había dado le había borrado absolutamente todo de su vida. 

- Lo siento, pero así no mirarás a Artemisa como la madre que te traicionó, sino como la diosa que te controla y que deseas liberarte de sus garras. Ahora sobrevivir es decisión tuya.

Una carta escondida esperando ser encontrada.
Una diosa que no recuerda nada de su infancia.
Una historia con huecos que se deben llenar.
Ahora te toca a ti hacerles ver la realidad.

jueves, 8 de noviembre de 2012

[CERRADO] Entrevista a las protagonistas de Requiem of the Goddess.


Puma a Dyssidia.

- ¿Qué es lo que más odias en el mundo?
Odio la gente que comete barbaridades solo por pura diversión.
- ¿Qué es lo que más te gusta en el mundo?
Los bosques, siempre verdes y llenos de vida. Desde pequeña consideré un regalo de los dioses poder observar la belleza de la naturaleza.
- Cuando ves tú reflejo... esa persona, esa imagen ¿Qué demuestra para ti?
Una fortaleza que jamás imaginé poseer, como también la viva imagen de alguien que lucha por causas que no son suyas.
- ¿Tú arma preferida?
La espada de Thor, forjada por él y que siempre llevo conmigo. Además de ser mi arma, es mi amuleto.
- De poder elegir... ¿Qué animal serías?
Una águila. Siempre con una elegancia que le denominan el rey del cielo.


Maya a Xayaa.

- ¿Qué te inspira tanta violencia y ganas de destruir enemigos? ¿Crees que algún día podrás vivir en paz?
Me inspira la venganza que quiero por la muerte de todos los Eylsoteras. Y es muy improbable que viva en paz con esa foca pelirroja de Artemisa persiguiéndome como una zorra en celo.
- ¿Hay amores perdidos o futuros de los que nos puedas hablar?
No tengo ningún amor del que hablar con nadie.
-  ¿Por qué tanta obsesión con tu oponente Dyssidia? ¿Cuál es tu opinión personal de ella?
Opino que es la clásica guerrera que parece fuerte pero que en verdad se pondría a llorar si se le acercaran demasiado. En el primer combate ya la sentí incómoda cuando estuve tan cerca de ella. Pero me parece interesante, y por eso la persigo, sin tener nada que ver con las órdenes de Artemisa.
- ¿Ahora mismo que prefieres dulce o salado?
Cualquier cosa que no haya sido manoseada por la foca pelirroja.
- Reconocelo, ¿te cae bien Maya? ¿Por qué?
Me parece interesante, siempre tan cordial con Artemisa y siempre adorándola por cada tierra que pisa, matando en su nombre y si es necesario hacer el amor con alguien en su nombre. Pero fuera de todo esto es una Amazona hecha y derecha y es buena en combate, pero me encanta enfurecerla mirándola por encima del hombro.


Sacedog a Dyssidia

- ¿Cómo es la relación que tienes con los demás dioses?
Con la mayoría tengo una relación normal, como cualquier valquiria o vikingo de Valhalla. Especialmente con Thor tengo una relación más estrecha porque ha cuidado de mi tanto como Kira.
- ¿Crees que tienes posibilidades de vencer a Xayaa Eylsotera?
Posibilidades siempre se tienen, pero creo que no estoy lo suficientemente segura de que pueda con ella.
- ¿Qué es lo mas importante para ti?
Mi vida en Valhalla. Si pierdo la vida otra vez, se terminó todo para mí. Así que es lo más importante y valioso para mí.
- ¿Eres vengativa?
La venganza siempre te trae a la perdición, pero siempre he sentido deseos de vengarme de los bárbaros, aunque aun no sé por qué...
- ¿Cómo fue para ti el que te volverás una diosa?
Pues fue totalmente inesperado. Yo solo había salvado a un par de guerreros del gracioso de Loki y ya está, por mucho que digan los demás que había arriesgado mi vida. Opino que exageran demasiado.


Alice a Dyssidia

- ¿Qué relación tienes con Kira exactamente?
Es como una madre: controla todo lo que hago y cuida demasiado de mí a pesar de que soy una mujer capaz de mí misma.
- ¿Qué opinas de Afrodita?
Es una diosa demasiado egoísta. Solo piensa en ella y tengo demasiada pena por los griegos. Un amor aparece o desvanece según el humor de la diosa.
- ¿Te gustaría vivir en Asgard?
Valhalla está en Asgard, así que ya vivo allí técnicamente.
- ¿Qué opinas de Maya y Eriel?
Sé poco de ellas. Sé que son amazonas peligrosas al servicio de Artemisa, así que si algún día me tengo que enfrentar a ellas sé que serán unas buenas rivales.
- ¿Cómo crees que acabará todo esto de seguir así?
Pues terminará con la destrucción de todos y cada uno de nosotros.

Kira a Dyssidia

- ¿Qué clase de entrenamiento has recibido bajo la tutela de Kira?
Unos que jamás os gustaría tener. Después de semanas de estar en Valhalla me obligó a estar metida en Niflheim , donde me mantuvo allí con el dragón Nidhogg, viendo como roía una de las raíces de Yggrasil. Por si fuera poco por haber demostrado indicios de miedo en aquel lugar donde la niebla no te dejaba ver aquel dragón me atacó y tuve que luchar a ciegas y recibiendo un montón de heridas. Ese fue el peor entrenamiento de todos, luego ya fue pelear contra los demás vikingos y valquirias de Valhalla.
- ¿Cuál es el dios más poderoso de todo Asgard según tú?
Para mí creo que Váni es el dios más poderoso. Su manejo con el arco y su gran puntería le dan el poder de matar a cualquier dios sin que ese se de cuenta de su presencia. Segun los rumores, puede darle a una diana a más de un millón de pies.
- ¿Cuál será tu cometido cuando llegue el Ragnarok?
El mismo que cualquier guerrero, evitar que Loki se salga con la suya con los jotus, unos seres con una fuerza poco creíble ante los humanos. Pero ya estaremos preparados al darnos cuenta de que los inviernos vienen seguidos sin ningún verano de por medio, y estaremos listos para la batalla. Mi mayor preocupación es Jörmungandr, porque sé que ningún dios podrá con la serpiente por su veneno letal ante cualquier dios.Espero que ese día tarde en llegar.
- ¿Cuál ha sido tu mayor combate antes de encontrarte con la Eylsotera?
Mi primer combate contra esa diosa ya ha sido el más difícil de todos, pero sin contarla a ella fue en mi entrenamiento de Niflheim contra Nidhogg.
- ¿Cuál fue tu primera victoria?
Mi primera victoria digna que obtuve fue al derrotar a Prúor, la valquiria hija de Thor. Estuvimos toda una luna peleando y un pequeño descuido de la guerrera me proporcionó la victoria. Kira estuvo bastante satisfecha de haberla derrotado, al igual que los demás guerrerosAhora cuando tenemos tiempo seguimos entrenando con total tranquilidad.


Annyela a Xayaa

- ¿Cómo describirias a Dyssidia con cinco adjetivos?
Astuta, predecible, vulnerable, sensible y fuerte.
- ¿Qué es lo que más te relaja?
Estar en un enorme prado sintiendo como el aire relaja cada parte de mí, pero es algo que ya no puedo hacer por ser una jodida esclava.
- De los momentos de un día cualquiera, ¿con cual te quedas?
El mejor momento es cuando no veo a la foca de Artemisa durante más de medio día.
- ¿Cuál es tu mejor recuerdo?
Cuando los Eylsoteras estábamos unidos como una gran familia. 
- ¿Cuál es la cualidad que más detestarías en una persona?
Cualquier cualidad que tenga que ver con la debilidad de una persona en combate es lo que más detesto.

EL DEMONIO SIN ROSTRO



CAPITULO CINCO - EL DEMONIO SIN ROSTRO

Una guerra de diosas sin motivo.
Qué extraño oír eso de gente mortal. Será que su enfrentamiento ha sido visto por humanos.
O algún dios ha empezado a soltar el rumor.
Los rumores rumores son, pero voy a descubrir lo que sucede.


Darius Kuber, miró a las campesinas que cuchicheaban acerca de la guerra entre diosas. Los rumores habían empezado diciendo que medio Olimpo había sido arrasado por Dyssidia, una diosa valquiria que quería matar por cuestiones de poder a Xayaa Eylsotera, temida por todos como una asesina sin escrúpulos y mascota de Artemisa.


Por otro lado, cuando pasó por los territorios escandinavos de Valgrind, un pueblo llamado igual que la puerta de la muerte, escuchó totalmente lo contrario: Dyssidia había sido enviada para proteger a los nórdicos de los griegos, que decidieron eliminar a los de su clase por ser salvajes.


Ambos eran típicos de cada lado y la única forma de saber la verdad era estando dentro del campo de batalla.


Tomando esa decisión, paró delante de un mercader, compró un burro con el que cargó sus provisiones y empezó el rumbo hacia las montañas del Olimpo, donde con un poco de suerte se cruzaría a su viejo amigo Dereck, que sabía que iba hacía allí para ayudar a cierta discípula que tenía.  


En medio del camino, empezó a pensar acerca de esa lucha. De cómo había empezado y por que esas dos diosas. ¿Los dioses habían decretado eso, o solamente había sido casualidad? Y sobretodo, ¿cuál resultado no condenaría a los humanos? Si las diosas no creaban una guerra mayor, lo harían los mortales de cada lado.


Más le valía encontrar rápido a una de las diosas y encontrar una solución pacífica a todo eso.



*          *          *

Artemisa frunció el ceño ante la visión de una mujer que estaba arrodillada delante suyo, atada de pies y manos con unos grilletes de Hefesto. Una mujer de cabello negro con líneas rojas y con unos ojos verdes que en ese momento estaban mirándola con desprecio. Su hermano estaba mirando a la chica con deseo y sentía curiosidad acerca de la chica antes de dejar que su hermano se aprovechara de ella.


- ¿Nos hemos visto por alguna parte?


- Hermana, se trata de Kareleinne Tihocan, una de las princesas del reino de Tihocan. Era la princesa guerrera que jamás aceptó la idea de tener un pretendiente que le quitara el reino. Pero cuando el hermano menor tuvo la suficiente edad para ocupar el trono fue desterrada con su hermana Kaylenna. Desde entonces decían que habían muerto ambas de hambre y de sed.


- Pues parece que al menos una de las hermanas sigue con vida.


La chica le lanzó otra mirada de odio a la diosa, que la miraba como si fuera un juguete con el que pasaría el rato. Lo que más se temía es que le obligara a pelear a muerte contra la Eylsotera, ya que eso era la muerte inmediata. Pero con tal de mantener a su hermana con vida le daba igual si ella moría.


Algo que le hizo reaccionar. Estaba sellada con el Nurhtset y si perdía la vida, sus intentos de proteger a Kaylenna serían en vano.


Cuando la diosa iba a decretar qué hacer con ella, las puertas de su templo se abrieron para mostrar a un furioso Zeus acompañado por Hera, ambos con cara de querer destripar a sus hijos. Ambos se quedaron totalmente petrificados ante la visión de los dos dioses enfadados y que se acercaron a pasó dominante hacia ellos.


- ¿Qué pensabais hacer con la humana? - preguntó Hera cruzándose de brazos.


- Yo iba a disfrutar a su costa un rato - respondió desafiante Apolo sin preocupación, algo que debió pensar ya que su padre le agarró del cuello y lo levantó, dejándolo sin aliento e intentando tocar el suelo con un enorme fracaso en el proceso.


- Dereck quiere a la chica fuera del Olimpo, así que ya le podéis quitar los grilletes si no queréis que otros dioses ocupen vuestros lugares.


Artemisa se apresuró en soltar a la muchacha y Zeus soltó en ese momento al dios, que tosió en el suelo, temblando ante el hecho de que su padre llegaba a ser realmente mortal cuando estaba verdaderamente cabreado.


- Ya puedes irte, Kareleinne.


La mujer algo desorientada por la intromisión y su liberación se apresuró a levantarse y a irse corriendo fuera del Olimpo como un rayo.


Zeus y Hera miraron a Apolo y Artemisa, que estaban con una cara de miedo igual a de cualquier niño a quien estaban regañando. El rey de los dioses les advirtió de que si Dereck volvía a decir que tenían a alguien que tenía su protección se bañaría con la sangre de ambos, dejando a los dos totalmente aterrorizados antes de desaparecer en un destello junto a su mujer.


- Joder, ¿quién iba a decir que esa mujer era de Dereck?


- ¿No te has fijado en la chica? Tenía el Nurhtset. Eso explicaría por qué se ha molestado tanto en que la soltaran. ¿Y si están unidos?


Artemisa miró a su hermano, que tenía ese brillo en los ojos que mostraba cuando tenía otra de sus macabras ideas. Y por como había atado cabos desesperada y rápidamente le dio a pensar lo que quería hacer.


- ¡Ni se te ocurra! ¡No voy a arriesgarme a perder la cabeza por tus caprichos sexuales!


Su hermano la miró con asco y se encaminó hacía la salida del templo soltando una última frase.


- Ya tienes bastante con intentar que no te mate la Eylsotera como para que Zeus sea el menor de tus problemas.


La diosa se mantuvo pensativa mientras las puertas se cerraban y se quedaba sola en la penumbra de la soledad del momento. En cierta medida, su hermano tenía razón. Temía que la diosa, ahora que tenía poderes, se vengara por lo que les hizo a su panteón.


- A veces me arrepiento de lo que hice, aunque no lo sepas Xayaa.


Sin poder evitarlo, recordó aquel día como si fuera ayer. La luz iluminaba la pequeña aldea donde los Eylsoteras vivían con total tranquilidad, auxiliando a los heridos en guerras y a los huérfanos y viudas que lograron escapar de las atrocidades que habían sufrido. Aquella aldea era gobernado por dioses que al paso de los siglos había aumentado hasta tal punto de que podrían acabar con todos los griegos sin ni siquiera despeinarse. Xayaa fue la que empezó el linaje y adoptó a todos aquellos a quienes habían perdido a seres queridos pero que querían seguir adelante. Ella les proporcionaba protección y unos cuantos poderes, y ellos aceptaron protegerse entre todos como una gran familia. El único hermano de Xayaa, Nike, se convirtió en el segundo y líder del linaje, protegiendo a las mujeres embarazadas y enseñando a los pequeños el arte de la espada para defender si era necesario.


Era mucho poder, y nosotros lo queríamos. 


Entre todos decidieron engañar a los Eylsoteras infligiendo la desconfianza entre todos, que empezaron peleándose y matándose entre todos. Nada más cuando quedaron los únicos que se dieron cuenta que era una trampa de los griegos, intervinieron los dioses del Olimpo, atando a Xayaa y matando a los que quedaban delante de sus ojos, como muestra de lo que pasaba cuando se excedía con el poder.  


Xayaa gritó de forma agónica mientras veía como a su hermano lo destripaban como un cerdo, hasta tal punto que llegó a enloquecer. La tuvimos meses encerrada, obligando a que colaborara con nosotros por las buenas, pero se negaba una y otra vez, perdiendo los estribos y llegando a infligirle castigos físicos, hasta que conseguimos controlarla y se convirtió en lo que era ahora.


Atenea fue la única que se negó desde un principio a atacar a los Eylsoteras ya que ni siquiera los había amenazado de ninguna forma. Pero el poder nos cegó.


- Debí haberte prestado atención Atenea...


El remordimiento de la diosa apareció por muy imposible que fuera. Los dioses eran como los humanos, pese a que sus decisiones repercutían durante siglos, mientras que los humanos en el corto periodo de vida que tenían. Con el peso de tal crimen, cayeron lágrimas que nadie sería consciente que sacaría.


- Jamás os debí traicionar...



*          *          *

Kareleinne se acercó a Dereck y a Kaylenna, que la miraba con lágrimas en los ojos y que no pudo evitar lanzarse a sus brazos para darle un cálido abrazo. El hechicero se quedó mirándolas sin importarle si molestaba o no en el lugar, aunque no le importó a ninguna de las dos.


- Me alegro de que no llegáramos tarde.


- Pensaba que iba a ser el juguete de Apolo. Preferiría que me cortaran los brazos a eso.


La pelirroja sonrió ante el humor de su hermana y se prepararon para moverse cuando se cruzaron con un hombre que iba con un burro, algo cansado por el viaje. Tanto Dereck como el desconocido para las chicas se saludaron cordialmente como si fueran amigos que no veían en años.


- Me alegro de verte Darius, ¿qué te trae por aquí?


- Vengo a investigar la famosa guerra de diosas. ¿Sabes si Xayaa Eylsotera está por ahí?


El hombre señaló a su espalda, en los bosques de Artemisa, inflingiendo una sonrisa torcida al hombre que al intentar caminar no lo conseguía a causa de que su mascota se negaba a caminar.


- ¿Qué te parece si descansas un poco y de mientras entablamos una conversación?


Pese a que quería llegar cuanto antes a los territorios que pisaba la diosa griega, tuvo que aceptar ya que su querido burro no quería caminar ni un metro más. Todos se sentaron cerca de un acantilado y empezaron a hablar, Kaylenna aprendiendo mucho de Darius, que era un hechicero como Dereck, aunque él ejercía como juez imparcial cuando habían disputas que le llamaban la atención, y sus decisiones eran tan respetadas como si se tratara de un dios. Kareleinne se mantuvo callada mirando a los dos hombres con mucha desconfianza. Desde lo que ocurrió con su hermano odiaba a muerte a cualquier hombre, ya que según ella su ayuda solo sería temporal y no tardarían en dejar tirada a su hermana y a ella.


Como si hubiera percibido esa desconfianza, Dereck miró a la pelinegra con paciencia.


- Nosotros no somos como tu hermano. Ambos deseamos que cualquier mortal viva sin cargar con problemas como habéis pasado vosotras.


- ¿A qué precio?


- Nosotros no queremos que nos paguéis con nada. Mientras no intentéis atacarnos por la espalda, nosotros no nos veremos obligados a actuar. Protegemos a cada persona como si fuera de nuestra familia. Y la gente sabe que lo pagará muy caro la persona lo suficientemente estúpida como para querer atacarnos.


Ella seguía desconfiando de ambos, pero se desarmó a ver a su hermana que la miraba de forma triste, como la miraba la mayoría de las veces que desconfiaba tanto de las personas. Parecía que había cuidado muy bien de su hermana el tal Dereck, cosa que pareció complacerla. Al menos de momento.


- ¿Hay un sitio más para una aprendiz?


Dereck la sonrío satisfecho de haber roto la barrera de la desconfianza entre ellos.


- Siempre hay sitio para la gente que quiere aprender. Bienvenida Kareleinne.


- Bien damas y caballero, yo voy a seguir mi camino. - Dijo mientras se levantaba Darius y emprendía el rumbo con la burra sin ni siquiera dejar que los demás se despidieran.


El hechicero se levantó y empezaron su camino por el lado contrario, marchándose a Valgrind, donde llegarían a Valhalla sin que los demás fueran conscientes.

Nadie, pese a llevar ese nombre, era consciente de un secreto bien guardado: Valgrind era la puerta de la muerte para los guerreros que quieren pasar al otro lado. Solo aceptaban héroes o guerreros que lo dieron todo con tal de proteger a quienes se lo merecían, pero también se les cedía el paso a la gente con poderes y que no causarían conflicto alguno en esos territorios.

El hombre levantó la vista al cielo guiándose por este hacia dónde tenían que ir, ambas chicas curiosas por saber hacia dónde se dirigían, y con una mirada maliciosa de Kareleinne como si tramara algo.



*          *          *

Xayaa esquivó con total facilidad una flecha roma disparada por Eriel, que estaba preparado su próxima flecha para dispararla. Ambas amazonas habían llegado poco rato después de que la diosa hubiera conseguido olvidar aquellos sentimientos hacía la nórdica, anunciándole de que por órdenes de Artemisa iban a ayudarla a ''cazar'' a los nórdicos que se interpusieran en su camino. Maya estaba sentada en una roca mirando como entrenaban ambas, sin encontrarle sentido a lo que hacían. Xayaa había asegurado que con ese entrenamiento su hermana sería capaz de luchar cuerpo a cuerpo y salir ilesa de cualquier ataque, tan si tenía un guerrero delante y un arquero a punto de atacarla por la espalda, como viceversa.


La diosa preparó su arco y tensó la flecha roma que había utilizado anteriormente Eriel, disparándola y corriendo hacia ella, aprovechando el momento en que esquivaba para atacarla con el arco, dándole un golpe en la cabeza.


- Debes ser más rápida al momento de esquivar la flecha y estar preparada para lo siguiente.


- ¡Sí!


Ambas guerreras estuvieron entrenando durante un largo tiempo de más hasta que ambas terminaron exhaustas. Maya se acercó a su hermana con un vasija con agua y se la dio para que recuperara fuerzas. Xayaa derrotada se sentó en el suelo con una sonrisa tranquila mirando a ambas hermanas, sintiendo nostalgia por su hermano. Ambos se trataban igual, discutían, se peleaban... Pero si era con tal de protegerse incluso enfadados lo hacían.


Chris, que había estado en todo momento observando como Maya, se sentó al lado de la diosa ofreciéndole una vasija con vino para ella. Con un agradecimiento en forma de sonrisa vació todo el contenido, alegrándose de volver a saborear el sabor del vino de los dioses. Era tan gratificante como el néctar, que por desgracia no le permitían probar.


- Pareces más animada. - Comentó contento de no ver con esa mirada perdida en la diosa.


- Si, una buena pelea siempre me anima. A ver si cuando me recupere hacemos una pelea para ver cuánto has mejorado.


- Cuando gustes.


Con una sonrisa satisfecha levantó la mirada hacía el cielo, que empezaba a oscurecer, soltando un suspiro en que dejaba todo el peso que llevaba encima. Como si hubiera reaccionado, sintió un gran dolor en la mano izquierda, quitándose el guante que la protegía y abriendo los ojos al ver lo que sucedía. Chris al ver la cara de pánico de la diosa miró hacía su misma dirección y al momento llamó a ambas amazonas para que lo miraran. Ambas se quedaron en las mismas al observar como su Nurhtset estaba sangrando desde cada línea, como si algo la estuviera diciendo que algo iba mal.


No pudo soportar mucho más el dolor, obligando a dejar ir el dolor en forma de grito que se escucharon en todos los páramos del Olimpo. Intentaba frenar tanto el escozor como la hemorragia presionando su mano libre, pero no la ayudaba en nada. Cuando intentaron emborrachar a la diosa para intentar tratar la herida, esta gritó cayendo de rodillas y mirando al frente, mirando en el horizonte, con la mirada empezando a desvanecerse, una sombre de una chica con el cabello castaño, unos ropajes de piel típicos de las zonas del norte, mirándola antes de desaparecer entre llamas.


Su rostro, totalmente oscuro, como si se tratara de un demonio que la avisara de lo que estaba por llegar.


Cuando esa figura desapareció con una última llama, la diosa cayó al suelo con un estruendoso golpe, no sin antes soltar un nombre ya caída en el más profundo de los sueños.


- Lyn...


Chris decidió cargar a la diosa y hablar urgentemente con Artemisa de lo sucedido. Ambas amazonas no tardaron en correr hacía el templo de la diosa, que estaba ocupado por la diosa de la caza y delante un hombre, que ambas amazonas reconocieron con rapidez.


- ¡Artemisa! ¡Xayaa ha caído inconsciente y le esta sangrando el Nurhtset!


La pelirroja se levantó de su trono y preguntó el paradero de la diosa, comentándole dónde estaba y utilizando sus poderes para transportar a Chris al templo, que cargaba a una débil Xayaa con la mano izquierda sangrándole de forma peligrosa.


Darius se acercó a la mujer y le obligó a dejarla en el suelo, cosa que hizo al momento. Todos los presentes rodearon a la diosa y al hechicero que estaba arrodillado delante de la marca, buscando en su bolsa los utensilios que iba a utilizar.


Cogió una varilla de hierro, diciendo que necesitaba fuego con urgencia. Artemisa hizo aparecer unas brasas donde el fuego estaba completamente avivado, metiendo la varilla allí y esperando. De mientras le revisó la marca, que seguía sangrando, pero sin marcas de que fuera un corte lo que le provocara eso. La misma marca la estaba avisando de algo. Preparó un paño ahora húmedo y lo colocó en su mano para intentar frenar la hemorragia, pero el paño no tardó en llenarse de sangre, preocupando demasiado a la gente que estaba ahí presente. Incluso Artemisa parecía nerviosa por lo que le pueda suceder a la diosa, algo completamente extraño en ella, aunque no le prestó mucha atención. Xayaa estaba sudando, viéndose obligado a quitarle la capucha para ponerle otro paño húmedo en la frente. Se quedó mirando la cara de la chica, completa de cicatrices y heridas. Sus marcas que caían de los ojos empezaban a emborronarse misteriosamente tomando la forma de unas lágrimas que dejó a todos asombrados.


- Vosotras dos, aseguraos de que el paño no se seque.


Ambas amazonas asintieron y se arrodillaron a ambos lados de la cabeza. Darius cogió unos guantes y cogió la varilla, observando como la punta estaba completamente rojo y preparado para usarse. Limpiando por encima el Nuhrtset procedió a poner la varilla en la herida con tal de que cicatrizara la herida. Por lo que parecía, mientras procesaba, se podía ver que surgía efecto con cada centímetro que tocaba. Lo que le preocupó era que la chica no mostraba indicios de dolor, pero veía que aun respiraba, así se preocupó de salvarla y ya se preocuparía del dolor luego.


Cuando la noche había caído completamente la herida había sido curada, pero la diosa no despertaba. La habían dejado encima de unas pieles de lobo, con lo que ponía a las sirvientas de Artemisa y que las ayudaba a superar la situación que estaban pasando.


- ¿Crees que va a sobrevivir?


Maya la miró fijamente a aquella vulnerable mujer que no era para nada a la misma guerrera a quien dejaba en ridículo.


- Eso espero. Si muere todo terminará.


Artemisa les ofreció unos cuencos con lo que parecía ser un caldo. Todos sorprendidos por la reacción de la diosa, que al ver esas miradas les miró de forma amenazante y se fue con la cabeza bien alta. Debía mantener su orgullo por lo alto pese a que no quería la muerte de la diosa.


Un destello apareció al templo, visualizando a Atenea que había sido avisada por Artemisa de lo sucedido. El búho que estaba en su hombro voló hasta colocarse a un lado de la cabeza de la chica y le empezó a picar la mejilla. La diosa de la sabiduría sonrío al ver la escena pero su sonrisa se desvaneció al ver de cerca el estado de la diosa.


Has sufrido mucho diosa. Es increíble que pese a esto sigas con vida y te aferres tanto a la vida. Antes no le temías a nada y seguías viva para tu desgracia. Ahora has encontrado a alguien a quien te ate la vida aunque creas que solo es un objetivo más y eso te está condenando. Tu hermano se podrá triste si te ve con él en el reino de Hades. Él quiere que vivas y seas fuerte, y sobrevivas con esa sonrisa que reflejabas en el pasado.


Atenea lanzó una mirada a Artemisa, que percibió al momento y fue capaz de perder la última barrera que la dejaba con esa fortaleza, apartando la mirada dejando unas lágrimas que hicieron que la diosa se acercara a ella y la abrazara como consuelo. Incluso los dioses sufrían por otros.


Has cambiado a una diosa como Artemisa, Eylsotera. Serás temible pero tu fortaleza es la envidia de muchos y tu dolor es transmitido a los corazones de gente como nosotros, dioses prepotentes. Esta guerra no es entre panteones, es entre nosotros mismos, tu nos lo estás demostrando.


Aquel lugar se quedó en completo silencio, incluso los pequeños sollozos de aquella diosa de la caza debilitada no se escuchaban a los demás, que se preocupaban por el futuro de la diosa.


Todo empezaba a volverse cada vez más oscuro para ambos dioses.



*          *          *

Unas horas antes en las afueras de Asgard.


Dyssidia estaba sentada pensando en lo acontecido con la diosa griega. Le preocupaba que eso fuera una debilidad más para ella y una ventaja para Xayaa. Y por si fuera poco seguía en aquel lugar, sentía las ganas de las peleas, los cánticos victoriosos de los vikingos antes de empezar a cenar. Las bromas de muchos y los llantos de otros por la pérdida.


Se levantó con gran fuerza de voluntad y salió de aquella cabaña, con espada en mano y la parte de la armadura del pecho. Con aquello que le habían clavado Kira y Selene le habían anulado sus poderes, así que no tendría ventaja si alguien la atacaba. Pero eso no le evitaría su entrenamiento, así que empezó a cortar el aire con movimientos algo torpes por su cuerpo aún dormido pero que le servían para volver a recuperar la fuerza en los brazos, que le impedían blandir la espada y el escudo como antes.


- Kira te has pasado.


Con un suspiro utilizó las dos manos para atacar con la espada, dándose un torpe golpe en la cabeza con el escudo, provocando la mirada entrecerrada en el escudo que parecía que tuviera vida propia y quisiera reírse de ella.


- Más vale que no sea cosa de Loki, sino juro que le cortaré un pie.


Continuó así durante un largo rato, entre golpe y golpe con el escudo o incluso con la espada, maldiciendo su torpeza en aquel momento. Nada más empezar a atardecer escuchó un sonido proveniente de los bosques de Brackenwood, un sonido parecido al de un gigante que corría a gran velocidad hacia su dirección. Con torpeza preparó su espada para pelear con quien fue y con la mirada al frente del bosque se mantuvo fija, viendo que no aparecía nada ni nadie, ni siquiera el movimiento de los arbustos.


O eso le pareció hasta que sintió un aliento en la nuca, que le obligó a lanzar un ataque hacía a su espalda y ver como un ser saltaba esquivando y preparado para devorarla. Era un reptil a dos patas, con unos grandes músculos que le otorgaban una fuerza sobrenatural y un poco más alto que ella. Se le pudieron apreciar unos grandes colmillos y unos ojos como el fuego, mirándola como una presa más. Desenvainó su espada que tenía en su espada y la apuntó con ella.


- ¿Qué haces en mis territorios nórdica?


Su voz imponente le provocó un escalofrío en toda la espada, pero eso no la impidió blandir la espada y apuntándole de la misma forma imponente.


- Soy Dyssidia Kriger. No quiero pelear contra ti pese a que esté en tus territorios, yo no decidí esto, me tienen en esta cabaña hasta no sé cuándo y tengo una misión mejor que hacer que pelear contigo.


- ¿Kriger? - Su mirada la observó lentamente y parecía que intentaba recordar de algo el apellido. - ¿Dyssidia Kriger, la diosa guerrera?


Ella con una simple reverencia confirmó las palabras del reptil, haciendo que él de inmediato se disculpara y se arrodillara delante suyo. La diosa se acercó para hacer que parara de estar así y cuando le colocó un brazo en el hombro, él aprovechó y le atacó con sus garras a la mano derecha, que no tenía ninguna protección e hizo reaccionar a su Nurhtset, donde empezaba a brotar sangre y eso le obligó a dejar ir la espada y empezando a perder las fuerzas.


El guerrero levantó la espada a punto de darle el golpe de gracia, pero una flecha se clavó en su brazo e hizo soltar su espada, que se clavo a unos centímetros de la cara de Dyssidia, que mantuvo una mirada algo temerosa por lo cerca que había estado.


- Ya basta, Jaxx. Ella es la autentica Dyssidia Kriger.


La chica miró en dirección de la voz, que provenía de Kira, al lado de Selene que tenía tensado el arco para disparar de nuevo por si se atrevía a volver a atacar. El guerrero en ese caso se arrodilló de verdad disculpándose, pero cuando quiso decirle que no importaba, empezo a sentir que la mano le empezaba a doler demasiado, manteniendo los dientes apretados conteniendo el dolor. Pero eso no se le escapó a ambas guerreras, que se acercaron rápidamente a ella y comprobaron como su mano sangraba. Pero cuando Jaxx iba a explicar que era culpa suya negaron con la cabeza al ver que su herida había sido cicatrizada, y sangraba desde su marca. Ambas intentaron cargar con ella, pero Jaxx prefirió ayudarlas y la llevó dentro de la cabaña, recostándola en la cama y observando como ponía una cara peor por momentos.


- ¡Dys mírame!


Ella ni siquiera podía abrir los ojos, los mantenía con fuerza con los dientes apretados y al final no lo soportó más. Soltando un grito cayó derribada en la cama sin reaccionar. Ambas se temieron lo peor y se apresuraron a tratar la herida. El reptil se sintió completamente responsable y se dispuso a explicar a que se debía esa reacción.


- Chicas... Mi procedencia viene de una clase de guerreros en contra del Nurhtset de Dereck. Con magia conseguimos que nuestras garras fueran capaz de matar a cualquiera que tuviera la marca. Es un veneno que entra y que la mata lentamente.


Ambas lo miraron de forma acusatorio, pero les mencionó cómo curarla. Él se apresuró a irse corriendo hacia los bosques y buscar unas plantas que combinadas la ayudarían a curarse. De mientras, ambas se apresuraron a intentar parar la hemorragia de esta. La chica había empezado a sudar y eso preocupaba a ambas chicas. Mientras intentaban tratar la herida, vieron como de golpe su cara estaba algo más relajada, Selene le tocó la frente y notó como estaba fría, como si le estuvieran poniendo paños húmedos. Se mantuvo pensativa y miró a Kira.


- La Eylsotera está pasando lo mismo que ella.


Al momento la miró como si estuviera loca. Selene le explicó que la marca las ataba a ambas, si una estaba herida, la otra la recibiría también. Al haberse activado su Nurhtset, ahora cada herida que reciban la recibiría la otra. El veneno de Jaxx había entrado por la marca de Dyssidia, y eso significaba que a la diosa griega le había pasado lo mismo. Y al estar tratada de mejor forma, Dyssidia estaba tratada a la vez.


Ambas al intentar frenar la herida vieron como de golpe algo empezaba a hacer cerrar la herida. Kira puso la mano encima y la apartó al notar que la estaban cerrado la herida a fuego. Ambas se mantuvieron en silencio mientras la herida se cerraba y dejaba correr la sangre de allí. Una vez terminó cerrada completamente empezaron a retirar la sangre de allí y esperaron a que Jaxx llegara a tiempo para salvar a Dyssidia.


- Eso significa que matar a Xayaa supondría matar a Dyssidia.


Kira asintió con una mirada fija en su antigua aprendiz, que parecía más tranquila pero seguía con una cara que la preocupaba.


- Hay que cesar esta guerra estúpida.


En silencio, se vieron ambas de la misma forma que los griegos, totalmente preocupados por el futuro no del panteón, sino de ambas chicas. La guerra provocaría la muerte de las mejores defensas de ambos panteones, y en eso nadie ganaría. La guerra más dura de todas estaba a punto de empezar.


La guerra por la paz.


El destino de las diosas empieza a sellarse.
Una decisión totalmente dura hará vivir o morir a ambas.
Ahora es el momento de que tu decidas.
El réquiem se acerca por momentos...