jueves, 8 de noviembre de 2012

PRÓLOGO



PRÓLOGO

La victoria está asegurada cuando tu enemigo caiga ante tus pies.
Los soldados son armas sin sentimientos, dispuestos a todo con tal de conseguir sus fines. No tienen opinión propia, solo destruyen sin importarles quién o quiénes serán perjudicados.
¿Quién coño me mando a mancharme las manos otra vez?


En el monte Olimpo, todos los dioses estaban reunidos en el templo de Zeus. Dentro estaba adornado con pilares de mármol, un suelo de piedra con símbolos griegos que ofrecían protección y estabilidad a cualquiera que entrara y en el centro fluía agua de una fuente de oro con estatuas de lobos aullando.

El rey de los dioses estaba en el trono al lado de Hera, su esposa. Tenía delante a sus hermanos Hades y Poseidón acompañados de Atenea, Artemisa, Ares y Apolo. Estaban reunidos por un problema con el panteón nórdico: el poder de los dioses y de los guerreros había aumentado de tal forma que si los atacaban serían capaces de destruir todo el Olimpo.
-Tenemos un problema. – Mencionó Zeus totalmente serio.
-¿Has vuelto a ponerle los cuernos a Hera? –preguntó Apolo en tono burlón.
-No, imbécil. Esto es serio de verdad.
Todos se miraron entre ellos al ver que si no estaba para bromas, era realmente una situación alarmante.
-Los dioses nórdicos han adquirido un poder que nos supera, y debemos encontrar una forma de debilitarlos de nuevo.
-Yo podría enamorar a todas las valquirias, incluso las diosas nórdicas, con tal de que se revelen contra su panteón.- Propuso Apolo con aire de superioridad.
-Déjate de mariconadas –rezongó Ares con una mirada cínica en su rostro-. Lo que necesitan es una guerra sanguinaria, nuestro ejército es muy poderoso, y a los humanos les prometemos vida eterna si nos ayudan a vencer a esos salvajes.
Zeus miró como empezaron a discutir entre ellos con tal de encontrar un modo en que no requiriera trabajar con humanos y tampoco llevarlos a la muerte a ellos. Todos estaban hablando menos Atenea, que estaba tranquila acariciando a su búho que llevaba en su hombro derecho, como de costumbre.
-Mi hija Atenea, tienes alguna idea, ¿verdad?
Todos dejaron de discutir para clavar la mirada en la diosa más sabia de todos.
-Sí, tengo una idea. Pero es muy arriesgada y tendríamos que hacer un pacto con tal de que nos ayudara.
-¿A quién te refieres con que nos ayudara?
La diosa miró a Apolo y a Artemisa, que se miraron extrañados.
-Necesitamos la ayuda de la Eylsotera.
Todos protestaron ante la idea de necesitar ayuda de esa diosa. Eylsotera era el apellido que se les otorgó a los dioses más poderosos de todos, y la única superviviente fue la primera que empezó su linaje. Después de siglos consiguieron extinguir a todo el linaje menos a la primera, prefiriendo arrebatarle los suficientes poderes como para que Artemisa y Apolo pudieran controlarla. En esos momentos la utilizaban para reírse en guerras, donde aniquilaba sin compasión a los ejércitos romanos.
La diosa de la caza se cruzó de brazos negándose a semejante locura.
-Prefiero nadar en el mar Estigio a necesitar la ayuda de esa mujer.
Atenea no cambió su compostura y siguió hablando con tranquilidad.
-¿Y si hablara yo con ella?
-¿Estás loca? Es un monstruo, no atenderá a razones.
-Sí si le recompensamos con algo a cambio. En ese caso aceptará.
-¿Qué le daremos si nos ayuda?
-Todos los poderes que le robasteis –antes de que se negara a decir algo, la interrumpió-, y que jure que no se vengará de ninguno de nosotros. Y que, además, deberá abandonar el Olimpo cuando termine con su misión.
Pese a las quejas, Zeus alzó la mano para que callaran.
-Adelante Atenea, ve a buscarla y díselo.
La diosa asintió y desapareció con un destello, Artemisa echando chispas por los ojos.
-Como nos traicione…
-No lo hará, y si lo intenta morirá bajo mis manos.


*          *          *

Atenea no tardó en encontrar a la diosa, que estaba en los bosques de Artemisa en el Olimpo, donde tenía que comer, dormir y sobrevivir ante los minotauros, los centauros y demás animales que para los humanos les supondría la muerte.

-¿Qué quieres? -preguntó ella consciente de la presencia de la diosa Olímpica.
La diosa se encogió de hombros acercándose a la mujer. Vestía un traje de piel que la cubría entera, con una capucha que le tapaba su rostro. Siempre se mostraba misteriosa, y en pocas ocasiones se podían observar sus ojos. Desde debajo de sus ojos hasta el cuello se observaban dos líneas a ambos lados, que solo ella sabía por qué se hizo semejante marca.
-Necesitamos tu ayuda, Xayaa.
Soltó una carcajada en respuesta.
-¿Ayuda de mí? ¿De qué se trata? ¿Otra aniquilación de romanos?
-No, esta vez es totalmente serio.
Ni siquiera se inmutó, siguió riéndose hasta que miro de reojo a la diosa y esta la miraba con total seriedad. Pero además, notaba el miedo que se reflejaban sus ojos azules.
-¿Qué pasa?
-Necesitamos que elimines a una gran parte de nórdicos.
Xayaa la miró y se apoyó en un árbol, pensando con la cabeza agachada.
-No es una guerra que me incumba, ¿no?
-No, pero te sabremos recompensar.
-¿Ah sí? ¿Y cómo?
-Hemos decidido devolverte tus poderes si a cambio juras no usarla contra nosotros. Y cuando termines tendrás que abandonar el Olimpo, pero serás libre y con todos tus poderes.
Eso la puso alerta. Estaba claro que algo no le gustaba. Tenían que ser muy poderosos ahora los nórdicos como para no solo pedirle ayuda a ella, sino para recompensarla de esa forma.
-Muy bien.
Atenea la miro sorprendida.
-¿Aceptas?
-Siempre y cuando hagáis lo que me has dicho, sí. Yo respetaré vuestra parte del trato. Solo debo cargarme a unos cuantos dioses y a unos cuantos guerreros, ¿no?
La diosa asintió.
-También me gustaría que te encargaras de cierta persona del panteón.
-¿De quién?
Atenea proyectó una imagen de la persona, haciendo que Xayaa mirara a la guerrera y se le formara un nudo en el estómago, pero que supo disimular bien.
-De acuerdo, yo me encargaré.


*          *          *

-Eh, te ves fantástica con la nueva armadura.

Dyssidia Kriger sonrió ante el comentario de Kira, sentada en el suelo con la espalda recostada en un pilar de piedra con gravados nórdicos de un tono azulado, que explicaban la historia del Ragnarõk y de lo que nos esperaba en cuanto llegara.
Después de años, la guerrera había sido recompensada con uno de los dones más difíciles de conseguir de todos: convertirse en una diosa guerrera, dotada de los poderes del trueno por dar lealtad siempre a Thor, y poseer una armadura más resistente que la vestimenta que llevaban las demás valquirias.
-Bueno, a mí me da igual la armadura, en realidad no esperaba nada a cambio.
Su amiga la lanzo una mirada pícara.
-¿Cómo no ibas a recibir nada después de salvar a unos novatos de las garras de Loki? Y encima acabaste herida de gravedad y tu tan tranquila.
Dyssidia cruzó los brazos por detrás de la cabeza y cerró los ojos haciendo un puchero.
-No estaba herida de gravedad, solo fue un rasguño.
-¿Un rasguño de entrada y salida?
Resopló en respuesta.
-Cambiando de tema, ¿has visto a los demás?
-No, deben estar entrenando. Yo al ser general ya no hago los entrenamientos rutinarios como ellos.
La diosa soltó un suspiro y continuaron charlando de temas sin mucha importancia mientras esperaban que terminaran los entrenamientos con tal de reunirse con sus compañeros.
Una vez se encaminaron donde los soldados descansaban, se cruzaron con Thor que iba con los guantes Jarngreipr y el cinturón Megingjord, pero no con su martillo Mjölnir.
-Dyssidia, requerimos tu presencia.
La diosa puso cara de fastidio.
-No he hecho nada.
Kira le propinó un codazo en el costado para que callara.
-Vale, vale, vamos.
La general observó cómo se dirigían a los aposentos de Odin, preocupada por si había ocurrido algo grave. Al ser una nueva diosa guerrera tenía que estar presente en algunas decisiones que tomaban, pero algo le decía que no se trataba de un tema en el que se utilizara la diplomacia.
Ambos dioses entraron a los aposentos del rey de los dioses, custodiada por dos gigantes de piedra que adquirían vida si alguien se acercaba con intenciones poco parlamentarias. Nada más entrar los demás dioses que estaban allí dejáron de hablar para mirarlos, haciendo sentir a Dyssidia algo incomoda. Con un leve movimiento de cabeza como saludo, se sentó en el trono de piedra con su nombre gravado en letras nórdicas de un color rojizo.
-Bien, ya estamos todos -inició Odin con una expresión preocupada en su rostro-. Os tengo que avisar de que uno de nuestros guerreros se ha enterado de que los dioses Olímpicos quieren destruirnos.
Los murmullos empezaron incapaces de comprender por qué atacarles cuando no les habían hecho nada.
Tyr, el dios del combate, se alzó para tomar la palabra.
-¿Y por qué nos quieren atacar? Tienen a mejores panteones que les patearían el culo.
Dyssidia sintió un escalofrío con lo último que había dicho el dios.
-No sabemos por qué nos quieren atacar, nosotros hemos estado haciendo lo que hacemos siempre, solo que quizás nuestro poder a aumentado un poco.
Aumentado un poco...
-Creo que es por ese poder el que nos quieran atacar. -Inquirió Bragi, el dios de la sabiduría.
La diosa guerrera sintió otra vez el escalofrío y tenía la sensación de que alguien la observaba muy detenidamente. Paseó la mirada por todos los dioses y nadie la estaba mirando, cosa que la puso más nerviosa.
El dios de la amistad, Forseti, la miró y se preocupó.
-¿Te ocurre algo diosa guerrera?
Todos miraron a la diosa novata, que tenía la mirada perdida intentando encontrar de dónde provenía esa mirada. No dejaba de preocuparse por esa mirada y Loki, el dios de la suerte que más que nada tenía una lengua viperina, le soltó:
-¿A qué te estará observando esa diosa que va a por nosotros?
Todos miraron al dios, que siguió en sus trece.
-No me extraña, hasta una diosa se enamoraría de otra si es una belleza. Creo que es momento de que avises a nuestra queridísima diosa novata de la que le espera. –Terminó de decir lanzándole una mirada pícara al rey de los Dioses.
Odin soltó un suspiro derrotado y miró a la diosa.
-Dyssidia, tienes una misión. ¿Conoces el apellido Eylsotera? 
Ella reaccionó y asintió con la cabeza.
-Era aquella diosa que fue la única superviviente del linaje Eylsotera, ¿no?
-Exacto. Sabemos que ella nos destruirá a todos. Para el panteón griego es su mejor arma, ya que es una guerrera sin contemplaciones y que solo vive para destruir.
-Pero les debe haber costado mucho convencerla de hacer esto –dijo convencido Bragi-. Recordad que fueron los dioses griegos los que terminaron con todo el linaje y a ella la convirtieron en una esclava de guerras.
Odin tosió para retomar el tema.
-Como ellos atacan con su mejor arma, nosotros haremos lo mismo –miró a la diosa con orgullo-. Sé que podrás derrotarla sin problemas.
Ella parpadeó.
-¿Quién? ¿Yo?
-No, el gilipollas de Heimdall. –Respondió Loki con los brazos cruzados- ¿Quién va a ser?
-No creo que sea capaz…
-Si la diosa griega ya te está observando, será porque sabe que serás una buena rival para ella.
-No sé el porqué de que quiera pelear contra mí, pero hay guerreros mejores que yo.
Frigg, la esposa de Odin, la miró con cariño y se levantó del trono para acercarse a ella. Una vez delante de ella le colocó una mano en el hombro a modo de protección.
-Dyssidia, tú eres nuestro mejor guerrero de todo Yggdrasil. Los dioses griegos no quieren una tregua, así que esto es la guerra. No podemos lanzarnos todos con esa diosa en nuestra contra. Eres la única que podrá combatir con ella.
Thor miró de reojo a la diosa guerrera, que había bajado la cabeza un poco atemorizada.
-Eres la única nacida de los relámpagos. Eres mejor que yo en eso, y yo confió en ti.
Dyssidia miró a su maestro, que la miraba con orgullo en los ojos, arrancándole una sonrisa victoriosa.
-Protegeré mi panteón con mi vida.
El dios asintió con una sonrisa e invocó un colgante con un águila gravada.
-Eres libre como el águila y tienes una vista como ésta. Tu instinto te llevará hacia el mejor camino y tus poderes te conducirán a la victoria.
La diosa dejó que le colocara el colgante y no perdió tiempo, dirigiéndose hacia la salida de los aposentos de Odin preparada para luchar.

Xayaa sonrió maliciosamente recostada en una de las ramas de un enorme roble que había en los bosques de Brackenwood, consciente de que su rival había aceptado el duelo. Aún tenía gravada en la mente la mirada decidida que tenía por proteger a su panteón, ensanchándole su sonrisa mostrando sus colmillos.

Se relamió los labios con su mirada cínica.
-Estoy segura que nos divertiremos mucho… Dyssidia Kriger.

Dos diosas, dos panteones.
Una guerra entre ambas.
Un réquiem preparado para una de ellas.
Sus destinos están sellados…
Ahora tú tienes el poder de guiarlas hacia su destino.

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