jueves, 8 de noviembre de 2012

RECUERDOS



CAPITULO TRES - RECUERDOS

Recuerdo vagamente cómo morí y terminé en Valhalla...
Debo considerarlo un honor terminar siendo una guerrera de Odin para pelear contra Jõrmungandr
pero ¿por qué no me siento realmente cómoda?
Recuerdo cuando llegué... Acompañada por las Valquirias... Y me recibió Kira con cara de querer asesinarme...
Dos monedas en mis manos, escondiéndolas... Pero me las arrebataron.
Con ellas, arrebataron mis recuerdos...
¿Qué diablos pasó?


Dyssidia se despertó totalmente sofocada, cubierta por solo una fina manta de seda y sudando a raudales. Había vuelto a tener aquella pesadilla. Más bien, había vuelto a recordar cuando llegó a Valhalla. Pese a vivir allí para el resto de la eternidad, no le gustaba nada recordar ese día.


El día que murió después de ser brutalmente violada y asesinada por unos bárbaros que no recibieron el castigo de los dioses por desgracia.


- Ojala vuestros dioses os condenen en morir como perros - gruñó aguantando la rabia -. Sé que habréis recibido lo que os merecéis.


Enterrando sus sentimientos sobre su pasado, se levantó y estiró los brazos con pocas energías. Se puso encima un vestido y salió de la habitación para darse un baño en el lago de Asgard. Al no haber nadie, eso le extrañó a la diosa porque eso significaba que aún dormía la gente o ya estaban entrenando. Muchas veces le había ocurrido eso y al rato terminaba escapando de las miradas hambrientas de los guerreros, deseando ver su cuerpo desnudo.


- Espero que me haya levantado tarde. - Murmuró con una mano en la cabeza, sintiendo un ligero dolor.


Con una rápida agilidad se despojó del atuendo que llevaba y esperó la cálida bienvenida de las aguas, totalmente frías que le hacían sentirse pura cuando estaba entre ellas.


- Gracias Njördr, dios del mar, por acogerme siempre entre estas aguas.


Al poco rato no tardó en sentirse observada, y miró en una dirección y soltó un suspiro resignado al ver unos jóvenes guerreros que la miraban inseguros de acercarse más o no a ella, al final manteniendo una pequeña charla y al final accediendo a acercarse a la diosa, que ya tenía una mirada asesina reflejada.


- ¿Os importa si nos bañamos con vos?


Sí, ¡me importa! ¡Estoy más cansada de que queráis ver mi trasero que tener que cargar la armadura aguantando que las plumas me hagan cosquillas a cada rato!


- Tranquilos, yo me voy ya.


Ambos parecieron decepcionados pero antes de que le pidieran quedarse utilizó sus poderes para desaparecer del lugar y volver a sus aposentos, donde Kira estaba esperando en su cama. Como si hubiera adivinado los acontecimientos, le regaló una pequeña sonrisa.


- ¿Otra vez?


- Otra vez.


Sin nada más que decir Dyssidia se empezó a colocar la armadura mientras Kira miraba unos segundos su mano y su mirada se volvió un tanto más agresiva. Nada más hubo terminado de colocarse las botas su mentora le dio un puñetazo en la cara que la tiró al suelo.


- Por el amor de las Asynjur, ¿qué haces?


- Te has vuelto lenta de reflejos, ¿qué te ocurre?


La diosa se levantó sin ganas de seguir con la charla. Dispuesta a salir por la puerta, se vio intervenida en su huida por Selene, que estaba de brazos cruzados en la puerta con cara de impedirle salir.


- Tenemos que hablar contigo. Es urgente.


La aludida no parecía querer entablar una conversación ahora.


- Más vale que sea urgente de verdad.


Kira se colocó en su espalda y se esuchó un sonido metálico proviniente de un puñar nórdico, con la punta bien afilada y el resto del filo con unas runas que llevaban un nombre: Lyn.


- Lo sentimos Dyssidia, pero me parece que tendrás que desaparecer unos días.


Antes de poder contraatacar el puñal fue internado en su nuca, a punto de tocarle la columna. Pese a que pudó seguir consciente, no pudo luchar contra el líquido que estaba en la hoja, que la dejó dormida al instante, derribada en el suelo.


Selene le quitó el puñal y se dispuso a curarle la herida antes de que muriera desangrada.


- No me puedo creer que Odin nos haya pedido esto.


Pero la mentora de la diosa lo sabía a la perfección: queria salvarla de que la diosa griega le contara un montón de mentiras sobre su infancia. Los dioses griegos solo engañaban a los demás dioses que no eran como ellos, para que la rivalidad saliera y permaneciera el tiempo suficiente como para eliminarlos.


Una vez la diosa fue atendida la cargaron entre las dos, con una cara de hacer un gran esfuerzo por soportar el peso extra de la armadura. Se dirigieron rápidamente a una zona apartada de Asgard, bien lejos de Valhalla para que los guerreros no fueran conscientes de sus actos.


Nada más llegar a su destino, una pequeña casa de madera con unas runas nórdicas que hacían tributo a Odin y totalmente vacía, entraron y dejaron en la cama a la diosa, que tenía una cara de tener una pesadilla.


- Otra vez soñando con eso...


- Algo le habrá dicho la Eylsotera, estoy segura. No me extraña que Odin la quiera inconsciente durante unos días, si esa diosa le contara muchas más cosas sus sueños la acabarían volviendo loca.


- Tranquilízate, Kira. Será mejor que vayas a Valhalla antes de que las valquirias se den cuenta de tu ausencia. Yo la vigilaré.


Con un leve movimiento de cabeza, la guerrera se fue corriendo cual caballo veloz esperando no ser vista hasta pisar Valhalla. De camino, su cabeza rememoraba el mismo día en que su pequeña discípula apareció.


Era una joven de diez años, el cabello le tapaba la cara y estaba sangrando por el estómago y entre sus piernas, dándo indicios de había sido brutalmente violada y asesinada. Su mirada estaba perdida, y una de sus manos estaba fuertemente cerrada como si tuviera algo escondido. La obligaron a que enseñara lo que poseía, y eran dos monedas de bronce de origen griego.


Nada más preguntarle de dónde las había sacado, ella respondió, llorando por querer recuperar aquellas monedas, que estaban encima de sus ojos cuando despertó aquí, antes de ser recibida por las mismas valquirias que la acompañaron a Valhalla.


Como un animal, se deshizo de ellas gracias al poder del fuego que residia en su interior, provocando el llanto de esa niña, que estubo un largo tiempo mirándola de forma asesina.


Sigo pensando que cometí un grave error al deshacerme de ellas, pero no tenía elección. Lo más que podía hacer es borrar cualquier cosa que tuviera que ver en su vida mortal y borrarle los crueles recuerdos que tenía.


Aunque no fue una completa victoria, ya que seguía recordando su pasado en sueños. Pero aún así, se sentía satisfecha que hubieran traido a la chica a Valhalla, ya que había terminado siendo una gran diosa respetada y querida por todos.


Cuando llegó a su hogar, se preparó para tomar el mando de unas unidades nuevas de guerreros nórdicos y desterró sus pensamientos para darles el entrenamiento que se merecian.



*          *          *

Xayaa se mantuvo sin aliento durante un largo tiempo mientras veía como las llamas destruian cada astilla de la casa de Dereck, totalmente vacía. Eso no era obra suya, ya que él dejaba el lugar abandonado por si alguna familia pobre sin hogar lo necesitaba para refugiarse bajo la lluvia y empezar de cero.


- Debe haber sido Hefesto.


Acercándose al lugar, intentó encontrar algo que pudiera guiarla hacia el próximo destino de aquel hechizero, pero desgraciadamente no había nada, o lo que había ya estaba calzinado. Soltó un grito de ira y resignada volvió al bosque de Artemisa, sintiendose impotente por no saber dónde estaba aquel hombre.


Y por si fuera poco llevaba un largo rato con un dolor de cabeza y unas ganas de llorar impropias de ella.


Con tan de encontrar un consuelo en su interior, empezó a dar vueltas por los bosques eliminando con rapidez cada enemigo que se le pasaba por delante. Con cada enemigo que asesinaba, se sentía peor, parecía una niña asustada que con la sangre se volvía completamente vulnerable.


- Algo me dice que el Nurhtset tiene algo que ver, ¿no crees Eylsotera?


La diosa paró en seco y su mirada se tornó temerosa a la voz situada a su espalda. Una voz grave y que parecía completamente asesina, que era capaz de hacer que ella sintiera el temblor de sus piernas por el miedo.


Cuando se atrevió a girar lentamente la cabeza, vio como Ares estaba allí mirándola con una sonrisa cínica, de las peores que había visto en su vida.


- ¿Qué te pasa? Pareces el típico soldado asustado cuando ve a Tánatos queriendo su alma.


En un intento de que no fuera evidente su cambio emocional su mirada se volvió asesina como siempre y se puso de la misma forma delante suyo.


- Serán imaginaciones tuyas, Ares. ¿Qué quieres?


El hombre soltó una carcajada que hizo temblar hasta la mas pequeña de las piedras de aquellos frondosos bosques.


- Tu Nurhtset está conectado a una persona débil, quién lo iba a decir. ¿Sabes quién es por casualidad?


La chica negó con la cabeza, forzándose a darle la espalda e irse con tal de que no descubriera nada de la otra persona de la marca. Habría sido un error, pero el dios no mostró muchas intenciones de interesarse y desapareció al momento.


- Lo siento Ares, pero la diosa guerrera es solo mía. Solo yo saborearé su sangre cuando caiga a mis pies.


Su sonrisa malvada volvió alegrándose de no volver a sentir ese torbellino de emociones tristes y que odiaba sentir. La última vez que sintió lástima, o incluso amor, fue cuando el resto de los Eylsotera murieron en sus narices.


Aunque hubo otra parte de su inmortal vida en la que lloró de la misma forma que en la muerte de su linaje.


Alguien... A quien le intenté llevar al reino de Hades...
Alguien que no la volví a ver jamás...
No recuerdo ni su nombre, ni de su aspecto.
Ni siquiera sé qué pasó entre ella y yo.
Solo sé que algo pasó entre su camino entre la vida y la muerte.

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