jueves, 8 de noviembre de 2012

EL DEMONIO SIN ROSTRO



CAPITULO CINCO - EL DEMONIO SIN ROSTRO

Una guerra de diosas sin motivo.
Qué extraño oír eso de gente mortal. Será que su enfrentamiento ha sido visto por humanos.
O algún dios ha empezado a soltar el rumor.
Los rumores rumores son, pero voy a descubrir lo que sucede.


Darius Kuber, miró a las campesinas que cuchicheaban acerca de la guerra entre diosas. Los rumores habían empezado diciendo que medio Olimpo había sido arrasado por Dyssidia, una diosa valquiria que quería matar por cuestiones de poder a Xayaa Eylsotera, temida por todos como una asesina sin escrúpulos y mascota de Artemisa.


Por otro lado, cuando pasó por los territorios escandinavos de Valgrind, un pueblo llamado igual que la puerta de la muerte, escuchó totalmente lo contrario: Dyssidia había sido enviada para proteger a los nórdicos de los griegos, que decidieron eliminar a los de su clase por ser salvajes.


Ambos eran típicos de cada lado y la única forma de saber la verdad era estando dentro del campo de batalla.


Tomando esa decisión, paró delante de un mercader, compró un burro con el que cargó sus provisiones y empezó el rumbo hacia las montañas del Olimpo, donde con un poco de suerte se cruzaría a su viejo amigo Dereck, que sabía que iba hacía allí para ayudar a cierta discípula que tenía.  


En medio del camino, empezó a pensar acerca de esa lucha. De cómo había empezado y por que esas dos diosas. ¿Los dioses habían decretado eso, o solamente había sido casualidad? Y sobretodo, ¿cuál resultado no condenaría a los humanos? Si las diosas no creaban una guerra mayor, lo harían los mortales de cada lado.


Más le valía encontrar rápido a una de las diosas y encontrar una solución pacífica a todo eso.



*          *          *

Artemisa frunció el ceño ante la visión de una mujer que estaba arrodillada delante suyo, atada de pies y manos con unos grilletes de Hefesto. Una mujer de cabello negro con líneas rojas y con unos ojos verdes que en ese momento estaban mirándola con desprecio. Su hermano estaba mirando a la chica con deseo y sentía curiosidad acerca de la chica antes de dejar que su hermano se aprovechara de ella.


- ¿Nos hemos visto por alguna parte?


- Hermana, se trata de Kareleinne Tihocan, una de las princesas del reino de Tihocan. Era la princesa guerrera que jamás aceptó la idea de tener un pretendiente que le quitara el reino. Pero cuando el hermano menor tuvo la suficiente edad para ocupar el trono fue desterrada con su hermana Kaylenna. Desde entonces decían que habían muerto ambas de hambre y de sed.


- Pues parece que al menos una de las hermanas sigue con vida.


La chica le lanzó otra mirada de odio a la diosa, que la miraba como si fuera un juguete con el que pasaría el rato. Lo que más se temía es que le obligara a pelear a muerte contra la Eylsotera, ya que eso era la muerte inmediata. Pero con tal de mantener a su hermana con vida le daba igual si ella moría.


Algo que le hizo reaccionar. Estaba sellada con el Nurhtset y si perdía la vida, sus intentos de proteger a Kaylenna serían en vano.


Cuando la diosa iba a decretar qué hacer con ella, las puertas de su templo se abrieron para mostrar a un furioso Zeus acompañado por Hera, ambos con cara de querer destripar a sus hijos. Ambos se quedaron totalmente petrificados ante la visión de los dos dioses enfadados y que se acercaron a pasó dominante hacia ellos.


- ¿Qué pensabais hacer con la humana? - preguntó Hera cruzándose de brazos.


- Yo iba a disfrutar a su costa un rato - respondió desafiante Apolo sin preocupación, algo que debió pensar ya que su padre le agarró del cuello y lo levantó, dejándolo sin aliento e intentando tocar el suelo con un enorme fracaso en el proceso.


- Dereck quiere a la chica fuera del Olimpo, así que ya le podéis quitar los grilletes si no queréis que otros dioses ocupen vuestros lugares.


Artemisa se apresuró en soltar a la muchacha y Zeus soltó en ese momento al dios, que tosió en el suelo, temblando ante el hecho de que su padre llegaba a ser realmente mortal cuando estaba verdaderamente cabreado.


- Ya puedes irte, Kareleinne.


La mujer algo desorientada por la intromisión y su liberación se apresuró a levantarse y a irse corriendo fuera del Olimpo como un rayo.


Zeus y Hera miraron a Apolo y Artemisa, que estaban con una cara de miedo igual a de cualquier niño a quien estaban regañando. El rey de los dioses les advirtió de que si Dereck volvía a decir que tenían a alguien que tenía su protección se bañaría con la sangre de ambos, dejando a los dos totalmente aterrorizados antes de desaparecer en un destello junto a su mujer.


- Joder, ¿quién iba a decir que esa mujer era de Dereck?


- ¿No te has fijado en la chica? Tenía el Nurhtset. Eso explicaría por qué se ha molestado tanto en que la soltaran. ¿Y si están unidos?


Artemisa miró a su hermano, que tenía ese brillo en los ojos que mostraba cuando tenía otra de sus macabras ideas. Y por como había atado cabos desesperada y rápidamente le dio a pensar lo que quería hacer.


- ¡Ni se te ocurra! ¡No voy a arriesgarme a perder la cabeza por tus caprichos sexuales!


Su hermano la miró con asco y se encaminó hacía la salida del templo soltando una última frase.


- Ya tienes bastante con intentar que no te mate la Eylsotera como para que Zeus sea el menor de tus problemas.


La diosa se mantuvo pensativa mientras las puertas se cerraban y se quedaba sola en la penumbra de la soledad del momento. En cierta medida, su hermano tenía razón. Temía que la diosa, ahora que tenía poderes, se vengara por lo que les hizo a su panteón.


- A veces me arrepiento de lo que hice, aunque no lo sepas Xayaa.


Sin poder evitarlo, recordó aquel día como si fuera ayer. La luz iluminaba la pequeña aldea donde los Eylsoteras vivían con total tranquilidad, auxiliando a los heridos en guerras y a los huérfanos y viudas que lograron escapar de las atrocidades que habían sufrido. Aquella aldea era gobernado por dioses que al paso de los siglos había aumentado hasta tal punto de que podrían acabar con todos los griegos sin ni siquiera despeinarse. Xayaa fue la que empezó el linaje y adoptó a todos aquellos a quienes habían perdido a seres queridos pero que querían seguir adelante. Ella les proporcionaba protección y unos cuantos poderes, y ellos aceptaron protegerse entre todos como una gran familia. El único hermano de Xayaa, Nike, se convirtió en el segundo y líder del linaje, protegiendo a las mujeres embarazadas y enseñando a los pequeños el arte de la espada para defender si era necesario.


Era mucho poder, y nosotros lo queríamos. 


Entre todos decidieron engañar a los Eylsoteras infligiendo la desconfianza entre todos, que empezaron peleándose y matándose entre todos. Nada más cuando quedaron los únicos que se dieron cuenta que era una trampa de los griegos, intervinieron los dioses del Olimpo, atando a Xayaa y matando a los que quedaban delante de sus ojos, como muestra de lo que pasaba cuando se excedía con el poder.  


Xayaa gritó de forma agónica mientras veía como a su hermano lo destripaban como un cerdo, hasta tal punto que llegó a enloquecer. La tuvimos meses encerrada, obligando a que colaborara con nosotros por las buenas, pero se negaba una y otra vez, perdiendo los estribos y llegando a infligirle castigos físicos, hasta que conseguimos controlarla y se convirtió en lo que era ahora.


Atenea fue la única que se negó desde un principio a atacar a los Eylsoteras ya que ni siquiera los había amenazado de ninguna forma. Pero el poder nos cegó.


- Debí haberte prestado atención Atenea...


El remordimiento de la diosa apareció por muy imposible que fuera. Los dioses eran como los humanos, pese a que sus decisiones repercutían durante siglos, mientras que los humanos en el corto periodo de vida que tenían. Con el peso de tal crimen, cayeron lágrimas que nadie sería consciente que sacaría.


- Jamás os debí traicionar...



*          *          *

Kareleinne se acercó a Dereck y a Kaylenna, que la miraba con lágrimas en los ojos y que no pudo evitar lanzarse a sus brazos para darle un cálido abrazo. El hechicero se quedó mirándolas sin importarle si molestaba o no en el lugar, aunque no le importó a ninguna de las dos.


- Me alegro de que no llegáramos tarde.


- Pensaba que iba a ser el juguete de Apolo. Preferiría que me cortaran los brazos a eso.


La pelirroja sonrió ante el humor de su hermana y se prepararon para moverse cuando se cruzaron con un hombre que iba con un burro, algo cansado por el viaje. Tanto Dereck como el desconocido para las chicas se saludaron cordialmente como si fueran amigos que no veían en años.


- Me alegro de verte Darius, ¿qué te trae por aquí?


- Vengo a investigar la famosa guerra de diosas. ¿Sabes si Xayaa Eylsotera está por ahí?


El hombre señaló a su espalda, en los bosques de Artemisa, inflingiendo una sonrisa torcida al hombre que al intentar caminar no lo conseguía a causa de que su mascota se negaba a caminar.


- ¿Qué te parece si descansas un poco y de mientras entablamos una conversación?


Pese a que quería llegar cuanto antes a los territorios que pisaba la diosa griega, tuvo que aceptar ya que su querido burro no quería caminar ni un metro más. Todos se sentaron cerca de un acantilado y empezaron a hablar, Kaylenna aprendiendo mucho de Darius, que era un hechicero como Dereck, aunque él ejercía como juez imparcial cuando habían disputas que le llamaban la atención, y sus decisiones eran tan respetadas como si se tratara de un dios. Kareleinne se mantuvo callada mirando a los dos hombres con mucha desconfianza. Desde lo que ocurrió con su hermano odiaba a muerte a cualquier hombre, ya que según ella su ayuda solo sería temporal y no tardarían en dejar tirada a su hermana y a ella.


Como si hubiera percibido esa desconfianza, Dereck miró a la pelinegra con paciencia.


- Nosotros no somos como tu hermano. Ambos deseamos que cualquier mortal viva sin cargar con problemas como habéis pasado vosotras.


- ¿A qué precio?


- Nosotros no queremos que nos paguéis con nada. Mientras no intentéis atacarnos por la espalda, nosotros no nos veremos obligados a actuar. Protegemos a cada persona como si fuera de nuestra familia. Y la gente sabe que lo pagará muy caro la persona lo suficientemente estúpida como para querer atacarnos.


Ella seguía desconfiando de ambos, pero se desarmó a ver a su hermana que la miraba de forma triste, como la miraba la mayoría de las veces que desconfiaba tanto de las personas. Parecía que había cuidado muy bien de su hermana el tal Dereck, cosa que pareció complacerla. Al menos de momento.


- ¿Hay un sitio más para una aprendiz?


Dereck la sonrío satisfecho de haber roto la barrera de la desconfianza entre ellos.


- Siempre hay sitio para la gente que quiere aprender. Bienvenida Kareleinne.


- Bien damas y caballero, yo voy a seguir mi camino. - Dijo mientras se levantaba Darius y emprendía el rumbo con la burra sin ni siquiera dejar que los demás se despidieran.


El hechicero se levantó y empezaron su camino por el lado contrario, marchándose a Valgrind, donde llegarían a Valhalla sin que los demás fueran conscientes.

Nadie, pese a llevar ese nombre, era consciente de un secreto bien guardado: Valgrind era la puerta de la muerte para los guerreros que quieren pasar al otro lado. Solo aceptaban héroes o guerreros que lo dieron todo con tal de proteger a quienes se lo merecían, pero también se les cedía el paso a la gente con poderes y que no causarían conflicto alguno en esos territorios.

El hombre levantó la vista al cielo guiándose por este hacia dónde tenían que ir, ambas chicas curiosas por saber hacia dónde se dirigían, y con una mirada maliciosa de Kareleinne como si tramara algo.



*          *          *

Xayaa esquivó con total facilidad una flecha roma disparada por Eriel, que estaba preparado su próxima flecha para dispararla. Ambas amazonas habían llegado poco rato después de que la diosa hubiera conseguido olvidar aquellos sentimientos hacía la nórdica, anunciándole de que por órdenes de Artemisa iban a ayudarla a ''cazar'' a los nórdicos que se interpusieran en su camino. Maya estaba sentada en una roca mirando como entrenaban ambas, sin encontrarle sentido a lo que hacían. Xayaa había asegurado que con ese entrenamiento su hermana sería capaz de luchar cuerpo a cuerpo y salir ilesa de cualquier ataque, tan si tenía un guerrero delante y un arquero a punto de atacarla por la espalda, como viceversa.


La diosa preparó su arco y tensó la flecha roma que había utilizado anteriormente Eriel, disparándola y corriendo hacia ella, aprovechando el momento en que esquivaba para atacarla con el arco, dándole un golpe en la cabeza.


- Debes ser más rápida al momento de esquivar la flecha y estar preparada para lo siguiente.


- ¡Sí!


Ambas guerreras estuvieron entrenando durante un largo tiempo de más hasta que ambas terminaron exhaustas. Maya se acercó a su hermana con un vasija con agua y se la dio para que recuperara fuerzas. Xayaa derrotada se sentó en el suelo con una sonrisa tranquila mirando a ambas hermanas, sintiendo nostalgia por su hermano. Ambos se trataban igual, discutían, se peleaban... Pero si era con tal de protegerse incluso enfadados lo hacían.


Chris, que había estado en todo momento observando como Maya, se sentó al lado de la diosa ofreciéndole una vasija con vino para ella. Con un agradecimiento en forma de sonrisa vació todo el contenido, alegrándose de volver a saborear el sabor del vino de los dioses. Era tan gratificante como el néctar, que por desgracia no le permitían probar.


- Pareces más animada. - Comentó contento de no ver con esa mirada perdida en la diosa.


- Si, una buena pelea siempre me anima. A ver si cuando me recupere hacemos una pelea para ver cuánto has mejorado.


- Cuando gustes.


Con una sonrisa satisfecha levantó la mirada hacía el cielo, que empezaba a oscurecer, soltando un suspiro en que dejaba todo el peso que llevaba encima. Como si hubiera reaccionado, sintió un gran dolor en la mano izquierda, quitándose el guante que la protegía y abriendo los ojos al ver lo que sucedía. Chris al ver la cara de pánico de la diosa miró hacía su misma dirección y al momento llamó a ambas amazonas para que lo miraran. Ambas se quedaron en las mismas al observar como su Nurhtset estaba sangrando desde cada línea, como si algo la estuviera diciendo que algo iba mal.


No pudo soportar mucho más el dolor, obligando a dejar ir el dolor en forma de grito que se escucharon en todos los páramos del Olimpo. Intentaba frenar tanto el escozor como la hemorragia presionando su mano libre, pero no la ayudaba en nada. Cuando intentaron emborrachar a la diosa para intentar tratar la herida, esta gritó cayendo de rodillas y mirando al frente, mirando en el horizonte, con la mirada empezando a desvanecerse, una sombre de una chica con el cabello castaño, unos ropajes de piel típicos de las zonas del norte, mirándola antes de desaparecer entre llamas.


Su rostro, totalmente oscuro, como si se tratara de un demonio que la avisara de lo que estaba por llegar.


Cuando esa figura desapareció con una última llama, la diosa cayó al suelo con un estruendoso golpe, no sin antes soltar un nombre ya caída en el más profundo de los sueños.


- Lyn...


Chris decidió cargar a la diosa y hablar urgentemente con Artemisa de lo sucedido. Ambas amazonas no tardaron en correr hacía el templo de la diosa, que estaba ocupado por la diosa de la caza y delante un hombre, que ambas amazonas reconocieron con rapidez.


- ¡Artemisa! ¡Xayaa ha caído inconsciente y le esta sangrando el Nurhtset!


La pelirroja se levantó de su trono y preguntó el paradero de la diosa, comentándole dónde estaba y utilizando sus poderes para transportar a Chris al templo, que cargaba a una débil Xayaa con la mano izquierda sangrándole de forma peligrosa.


Darius se acercó a la mujer y le obligó a dejarla en el suelo, cosa que hizo al momento. Todos los presentes rodearon a la diosa y al hechicero que estaba arrodillado delante de la marca, buscando en su bolsa los utensilios que iba a utilizar.


Cogió una varilla de hierro, diciendo que necesitaba fuego con urgencia. Artemisa hizo aparecer unas brasas donde el fuego estaba completamente avivado, metiendo la varilla allí y esperando. De mientras le revisó la marca, que seguía sangrando, pero sin marcas de que fuera un corte lo que le provocara eso. La misma marca la estaba avisando de algo. Preparó un paño ahora húmedo y lo colocó en su mano para intentar frenar la hemorragia, pero el paño no tardó en llenarse de sangre, preocupando demasiado a la gente que estaba ahí presente. Incluso Artemisa parecía nerviosa por lo que le pueda suceder a la diosa, algo completamente extraño en ella, aunque no le prestó mucha atención. Xayaa estaba sudando, viéndose obligado a quitarle la capucha para ponerle otro paño húmedo en la frente. Se quedó mirando la cara de la chica, completa de cicatrices y heridas. Sus marcas que caían de los ojos empezaban a emborronarse misteriosamente tomando la forma de unas lágrimas que dejó a todos asombrados.


- Vosotras dos, aseguraos de que el paño no se seque.


Ambas amazonas asintieron y se arrodillaron a ambos lados de la cabeza. Darius cogió unos guantes y cogió la varilla, observando como la punta estaba completamente rojo y preparado para usarse. Limpiando por encima el Nuhrtset procedió a poner la varilla en la herida con tal de que cicatrizara la herida. Por lo que parecía, mientras procesaba, se podía ver que surgía efecto con cada centímetro que tocaba. Lo que le preocupó era que la chica no mostraba indicios de dolor, pero veía que aun respiraba, así se preocupó de salvarla y ya se preocuparía del dolor luego.


Cuando la noche había caído completamente la herida había sido curada, pero la diosa no despertaba. La habían dejado encima de unas pieles de lobo, con lo que ponía a las sirvientas de Artemisa y que las ayudaba a superar la situación que estaban pasando.


- ¿Crees que va a sobrevivir?


Maya la miró fijamente a aquella vulnerable mujer que no era para nada a la misma guerrera a quien dejaba en ridículo.


- Eso espero. Si muere todo terminará.


Artemisa les ofreció unos cuencos con lo que parecía ser un caldo. Todos sorprendidos por la reacción de la diosa, que al ver esas miradas les miró de forma amenazante y se fue con la cabeza bien alta. Debía mantener su orgullo por lo alto pese a que no quería la muerte de la diosa.


Un destello apareció al templo, visualizando a Atenea que había sido avisada por Artemisa de lo sucedido. El búho que estaba en su hombro voló hasta colocarse a un lado de la cabeza de la chica y le empezó a picar la mejilla. La diosa de la sabiduría sonrío al ver la escena pero su sonrisa se desvaneció al ver de cerca el estado de la diosa.


Has sufrido mucho diosa. Es increíble que pese a esto sigas con vida y te aferres tanto a la vida. Antes no le temías a nada y seguías viva para tu desgracia. Ahora has encontrado a alguien a quien te ate la vida aunque creas que solo es un objetivo más y eso te está condenando. Tu hermano se podrá triste si te ve con él en el reino de Hades. Él quiere que vivas y seas fuerte, y sobrevivas con esa sonrisa que reflejabas en el pasado.


Atenea lanzó una mirada a Artemisa, que percibió al momento y fue capaz de perder la última barrera que la dejaba con esa fortaleza, apartando la mirada dejando unas lágrimas que hicieron que la diosa se acercara a ella y la abrazara como consuelo. Incluso los dioses sufrían por otros.


Has cambiado a una diosa como Artemisa, Eylsotera. Serás temible pero tu fortaleza es la envidia de muchos y tu dolor es transmitido a los corazones de gente como nosotros, dioses prepotentes. Esta guerra no es entre panteones, es entre nosotros mismos, tu nos lo estás demostrando.


Aquel lugar se quedó en completo silencio, incluso los pequeños sollozos de aquella diosa de la caza debilitada no se escuchaban a los demás, que se preocupaban por el futuro de la diosa.


Todo empezaba a volverse cada vez más oscuro para ambos dioses.



*          *          *

Unas horas antes en las afueras de Asgard.


Dyssidia estaba sentada pensando en lo acontecido con la diosa griega. Le preocupaba que eso fuera una debilidad más para ella y una ventaja para Xayaa. Y por si fuera poco seguía en aquel lugar, sentía las ganas de las peleas, los cánticos victoriosos de los vikingos antes de empezar a cenar. Las bromas de muchos y los llantos de otros por la pérdida.


Se levantó con gran fuerza de voluntad y salió de aquella cabaña, con espada en mano y la parte de la armadura del pecho. Con aquello que le habían clavado Kira y Selene le habían anulado sus poderes, así que no tendría ventaja si alguien la atacaba. Pero eso no le evitaría su entrenamiento, así que empezó a cortar el aire con movimientos algo torpes por su cuerpo aún dormido pero que le servían para volver a recuperar la fuerza en los brazos, que le impedían blandir la espada y el escudo como antes.


- Kira te has pasado.


Con un suspiro utilizó las dos manos para atacar con la espada, dándose un torpe golpe en la cabeza con el escudo, provocando la mirada entrecerrada en el escudo que parecía que tuviera vida propia y quisiera reírse de ella.


- Más vale que no sea cosa de Loki, sino juro que le cortaré un pie.


Continuó así durante un largo rato, entre golpe y golpe con el escudo o incluso con la espada, maldiciendo su torpeza en aquel momento. Nada más empezar a atardecer escuchó un sonido proveniente de los bosques de Brackenwood, un sonido parecido al de un gigante que corría a gran velocidad hacia su dirección. Con torpeza preparó su espada para pelear con quien fue y con la mirada al frente del bosque se mantuvo fija, viendo que no aparecía nada ni nadie, ni siquiera el movimiento de los arbustos.


O eso le pareció hasta que sintió un aliento en la nuca, que le obligó a lanzar un ataque hacía a su espalda y ver como un ser saltaba esquivando y preparado para devorarla. Era un reptil a dos patas, con unos grandes músculos que le otorgaban una fuerza sobrenatural y un poco más alto que ella. Se le pudieron apreciar unos grandes colmillos y unos ojos como el fuego, mirándola como una presa más. Desenvainó su espada que tenía en su espada y la apuntó con ella.


- ¿Qué haces en mis territorios nórdica?


Su voz imponente le provocó un escalofrío en toda la espada, pero eso no la impidió blandir la espada y apuntándole de la misma forma imponente.


- Soy Dyssidia Kriger. No quiero pelear contra ti pese a que esté en tus territorios, yo no decidí esto, me tienen en esta cabaña hasta no sé cuándo y tengo una misión mejor que hacer que pelear contigo.


- ¿Kriger? - Su mirada la observó lentamente y parecía que intentaba recordar de algo el apellido. - ¿Dyssidia Kriger, la diosa guerrera?


Ella con una simple reverencia confirmó las palabras del reptil, haciendo que él de inmediato se disculpara y se arrodillara delante suyo. La diosa se acercó para hacer que parara de estar así y cuando le colocó un brazo en el hombro, él aprovechó y le atacó con sus garras a la mano derecha, que no tenía ninguna protección e hizo reaccionar a su Nurhtset, donde empezaba a brotar sangre y eso le obligó a dejar ir la espada y empezando a perder las fuerzas.


El guerrero levantó la espada a punto de darle el golpe de gracia, pero una flecha se clavó en su brazo e hizo soltar su espada, que se clavo a unos centímetros de la cara de Dyssidia, que mantuvo una mirada algo temerosa por lo cerca que había estado.


- Ya basta, Jaxx. Ella es la autentica Dyssidia Kriger.


La chica miró en dirección de la voz, que provenía de Kira, al lado de Selene que tenía tensado el arco para disparar de nuevo por si se atrevía a volver a atacar. El guerrero en ese caso se arrodilló de verdad disculpándose, pero cuando quiso decirle que no importaba, empezo a sentir que la mano le empezaba a doler demasiado, manteniendo los dientes apretados conteniendo el dolor. Pero eso no se le escapó a ambas guerreras, que se acercaron rápidamente a ella y comprobaron como su mano sangraba. Pero cuando Jaxx iba a explicar que era culpa suya negaron con la cabeza al ver que su herida había sido cicatrizada, y sangraba desde su marca. Ambas intentaron cargar con ella, pero Jaxx prefirió ayudarlas y la llevó dentro de la cabaña, recostándola en la cama y observando como ponía una cara peor por momentos.


- ¡Dys mírame!


Ella ni siquiera podía abrir los ojos, los mantenía con fuerza con los dientes apretados y al final no lo soportó más. Soltando un grito cayó derribada en la cama sin reaccionar. Ambas se temieron lo peor y se apresuraron a tratar la herida. El reptil se sintió completamente responsable y se dispuso a explicar a que se debía esa reacción.


- Chicas... Mi procedencia viene de una clase de guerreros en contra del Nurhtset de Dereck. Con magia conseguimos que nuestras garras fueran capaz de matar a cualquiera que tuviera la marca. Es un veneno que entra y que la mata lentamente.


Ambas lo miraron de forma acusatorio, pero les mencionó cómo curarla. Él se apresuró a irse corriendo hacia los bosques y buscar unas plantas que combinadas la ayudarían a curarse. De mientras, ambas se apresuraron a intentar parar la hemorragia de esta. La chica había empezado a sudar y eso preocupaba a ambas chicas. Mientras intentaban tratar la herida, vieron como de golpe su cara estaba algo más relajada, Selene le tocó la frente y notó como estaba fría, como si le estuvieran poniendo paños húmedos. Se mantuvo pensativa y miró a Kira.


- La Eylsotera está pasando lo mismo que ella.


Al momento la miró como si estuviera loca. Selene le explicó que la marca las ataba a ambas, si una estaba herida, la otra la recibiría también. Al haberse activado su Nurhtset, ahora cada herida que reciban la recibiría la otra. El veneno de Jaxx había entrado por la marca de Dyssidia, y eso significaba que a la diosa griega le había pasado lo mismo. Y al estar tratada de mejor forma, Dyssidia estaba tratada a la vez.


Ambas al intentar frenar la herida vieron como de golpe algo empezaba a hacer cerrar la herida. Kira puso la mano encima y la apartó al notar que la estaban cerrado la herida a fuego. Ambas se mantuvieron en silencio mientras la herida se cerraba y dejaba correr la sangre de allí. Una vez terminó cerrada completamente empezaron a retirar la sangre de allí y esperaron a que Jaxx llegara a tiempo para salvar a Dyssidia.


- Eso significa que matar a Xayaa supondría matar a Dyssidia.


Kira asintió con una mirada fija en su antigua aprendiz, que parecía más tranquila pero seguía con una cara que la preocupaba.


- Hay que cesar esta guerra estúpida.


En silencio, se vieron ambas de la misma forma que los griegos, totalmente preocupados por el futuro no del panteón, sino de ambas chicas. La guerra provocaría la muerte de las mejores defensas de ambos panteones, y en eso nadie ganaría. La guerra más dura de todas estaba a punto de empezar.


La guerra por la paz.


El destino de las diosas empieza a sellarse.
Una decisión totalmente dura hará vivir o morir a ambas.
Ahora es el momento de que tu decidas.
El réquiem se acerca por momentos...

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